viernes, 10 de febrero de 2017

Cristal

La gran concentración que me mantenía alejado del mundo real se detuvo cuando escuche el sonido de los primeros acordes de aquella canción… y algo en mi crujió, como si de pronto un recuerdo del tamaño de un elefante hubiera cargado con gran fuerza contra una puerta y la hubiese destrozado con rabia.

Su recuerdo me inundaba.

Solo habían pasado horas… la necesidad era ilógica.

Y aunque la canción no hablaba de ella, no contaba nuestra historia ni reflejaba su personalidad, me llevaba a ella. Solo aquella canción era capaz de calmar mi temblor como ella. Solo esa canción se le comparaba… aunque fuera un poco.

¿Qué estará haciendo ella ahora?

Es un amor extraño, lleno de promesas inconclusas, sin recuerdos más allá de las palabras sin embargo ese elefante me había desordenado el día.

Quizás también era el culpable de esas lágrimas de procedencia desconocida.

Quizás era él quién embestía las paredes de mi memoria sin éxito, hasta que la canción ya en su coro, por fin lo libero todo.

¿Qué será de ella mañana?

¿Qué será de mí mañana?

Esa era la pregunta pertinente. Esa ambigüedad de no saber bien hacia donde iba mi vida era la que me despertaba en las noches.

¿Qué espero?

El trabajo va bien, la familia está bien, el dinero, parte de mis sueños, todo había llegado a un punto donde todas las piezas de mi vida encajaban, si bien no a la perfección, pero con cierta precisión que la dotaba de armonía.

Escuché la canción distraído, el elefante parecía haber armado una fiesta en mi cabeza, bailaba, se movía de allá para acá con su enorme peso, levantado polvo, recuerdos, riendo, festejando su libertad con otros elefantes sin nombre. Si mi cabeza hubiera explotado en ese preciso instante, todo un zoológico hubiera escapado de ella y la ciudad estaría a merced de enormes mamíferos que embisten todo a su paso en su juerga libertaria. Me entretuve un poco pensando en ello, en las notas de prensa el día después: ‘Nostálgico famoso desata caos en la ciudad’, ‘Elefantes: sepa cómo alimentar excéntricos corazones confusos.’, ‘Elefante denuncia: ¡soy más que un recuerdo!’ Y todo ese hipotético apocalipsis era desatado por una canción y por el recuerdo de una hermosa mujer que estaba ausente a periodos.

Por eso cuando los cercanos preguntan sobre “¿Qué pasa por tu mente?”, cuando me ven perdido, distraído, ya intuyen que estoy estancado en un lodazal. Extrañan, como yo era en los tiempos en que mi corazón me invitaba a vivir, cuando mis ojos eran frescos y el sol era el detonante para recibir a risas la compañía. Pero eso fue una primavera lejana en estos años sin sol.

A veces, cuando me ven perdido, palmean mi espalda dándome el pésame, me observan con compasión y sorpresa como si se tratara de un raro escarabajo al que clavar un alfiler para archivarlo. Otra vez perdido en su cansado corazón. Otra vez alimentando su zoológico.

La canción llego a su fin, el elefante se calmo y sonrió…y yo ya no era el mismo.