¿Podía contarle lo de Oishi? ¿Podía contarle todas
las veces en que estuve en situaciones similares y no logré escapar? No podía
aguantar más… no con todo lo que me sobraba y me pesaba. Por primera vez sentí
que alguien podría hacer algo por mí.
- ¿En que necesitas que te ayude? Tú solo dímelo, lo
solucionaré – dijo en tono seguro. Lo miré a los ojos con muchas dudas ¿Cómo
podía contarlo? Me sentía asqueroso de solo pensarlo. La mirada inquieta de
Sakura parecía escarbar en mi cabeza intentando descubrir qué me pasaba y yo no
sabía cómo debería empezar, ni siquiera en palabras escritas. De pronto comenzó
a adivinar - ¿Es la banda? ¿Es alguien de la banda que te hizo algo? – preguntó
insistente, moví la cabeza negando rotundamente. Y es que en realidad no era
solo un suceso lo que me afectaba, eran momentos y más momentos que se habían
acumulado dentro de mí… y me habían quitado las palabras. – Hide- parecía
exasperado, de pronto no quise explicarle nada y quería pedirle que se fuera,
que me dejara solo, que no se complicara con mis sentimientos, que no se
ensuciara de mi mugre. No quería transformarme en un problema para él también.
– ¿Y si me lo escribes en la libreta? – negué con la cabeza, él hizo un
puchero. – Hide… de verdad me gustaría ayudarte… - volví a negar, quería
decirle que no perdiera el tiempo conmigo. – Está bien, está bien… pero tienes
que saber que puedes contar conmigo y si no quieres decirme qué es lo que pasa,
de todas formas puedes tenerme como una compañía ruidosa y molesta… - sus ojos
apenados parecían insistir con la excavación en mi cabeza, parecían tener un
letrero de “buscando pistas para saber qué te pasa”. Sus sinceros ojos lo
delataban, y por más que quisiera no parecer insistente, ellos denotaban todo
su interés por querer saber.
Tomé la libreta tratando de evitar mirarlo de reojo
pero no lo logré, vi su esperanza cuando comencé a escribir.
“Huele a ramen” -
le mostré. Pareció notablemente decepcionado.
- Ah… fue lo que cociné – respondió algo confundido.
Yo sabía que era un cambio brusco de tema, pero si no quería comenzar a llorar
en frente de él debía sepultar momentáneamente la angustia y el asco. Volví a
escribir.
“Pensé que saldríamos a comer fuera”
- Cierto, si… recordé que en eso quedamos cuando
terminé de cocinar. Pero creo que no te decepcionaré con el ramen. – su voz
sonó orgullosa.
“No te preocupes, me encanta el ramen”, escribí. Lo
miré e intenté sonreír mientras le mostraba la libreta, sus ojos parecían
perdidos. Rogué en mi mente que lo dejara ir, entonces escribí nuevamente:
“¿Vamos a comer?”
Él asintió de inmediato, me puse de pie y pasé por
delante de él ignorando su mirada penetrante. De pronto un par de brazos me
rodearon con fuerza desde mi espalda. Me quedé quieto, sin saber cómo
reaccionar. Iba a girarme para intentar entender qué pasaba pero entonces él
susurro despacio con tono suave:
- Te dejaré solo para que te cambies de ropa porque
estás bañado en sudor… - asentí nervioso. ¿Por qué me abrazaba? Mis manos
picaban demasiado y la posición no me permitía rascarlas, quería preguntarle
qué pasaba, por qué me tocaba, por qué me hablaba con aquel tono dulce… Y si…
con tocarme sentía la sensación bonita que sentía yo mientras sus brazos me
rodeaban. El corazón se me escaparía por la boca y yo seguía sin entender
nada. Luego me soltó permitiéndome girar rápidamente para mirarlo y obtener
respuestas - No pensé que tus ojos pudieran ponerse más grandes… que roja está
tu cara – comentó con libertad como si no hubiera hecho nada. Me toqué las
mejillas para corroborar lo que decía, efectivamente estaban calientes y probablemente rojas. Mierda. Miré al
suelo unos segundos y luego lo volví a mirar, su rostro estaba afectado incluso
más que el mío, parecía buscar palabras en el aire – Esto… te esperaré en la
cocina. No tardes. – dijo tan rápido que casi no le entendí. Pasó fugazmente
por mi lado y salió cerrando la puerta con algo de fuerza detrás de él, luego
escuché sus pasos bajar las escaleras y solo entonces, estando seguro de estar
solo, solté todo el aire que contenía desde que me había abrazado.
“¿Qué le pasa? ¿Qué me pasa?” se repetía en mi
mente, mi corazón latía demasiado rápido y mis manos aún temblaban. La idea en mi mente se revolvía con las
sensaciones experimentadas en aquel abrazo, era demasiado obvio aunque difícil
de admitir, pero no podía negármelo a mí mismo. Las palabras en mi mente
sonaron como si las hubiera pronunciado.
“Me gusta Sakura… me gusta mucho…”
Sentí ganas de llorar.
¿Por qué de pronto me sentía más solo de lo normal?
No me gusta experimentar sentimientos nuevos, todo lo intenso me consume.
Me vestí sintiéndome inseguro, quise saber qué
pensaba Sakura de mí y quise saber muchas más cosas de él, cosas que esperaba
poder averiguarlas con el tiempo. Incluso me convencí de que quizás, también
lograría verlo como un amigo mientras más lo conociera… o eso esperaba.
Me jalé el cabello en un intento de quitar los
pensamientos de mi cabeza, estaba incómodo conmigo mismo. Mientras me vestía
eligiendo la ropa cuidadosamente me percaté de cuánto quería gustarle yo a él…
pero me creí incapaz de lograrlo si quiera un poco. Desenredé mi cabello pensando
en eso. Jamás alguien había tenido esos sentimientos hacia mí, el único interés
que solían mostrar era cuando necesitaban de un favor o de mi ayuda para algo,
pero nadie preguntaba ni intentaba entender, solo se alejaban. Siempre se
alejaban.
Bajé hacia la cocina auto convencido de que debía
dejar de engañarme a mí mismo. Por la personalidad que veía en Sakura, no me
parecía que tuviera gusto por los hombres, incluso para mi mismo era un idea
totalmente nueva. Simplemente estaba siendo amigable con quien parecía
necesitar ayuda.
“Tal vez hasta lástima le causé”. Pensamientos como
aquel se paseaban por mi cabeza mientras caminaba hasta la cocina con la
libreta en la mano.
Mi cabeza se silenció cuando lo vi.
“Reconfortante. La presencia de Sakura es
reconfortante”, me dije.
- Siéntate, lo apagué hace unos 10 minutos pero aún
está bien caliente. - Sirvió ambos
platillos y moviéndose con total comodidad por mi cocina. Agregó un poco de
verduras salteadas en un platillo que colocó en medio de los dos cuando nos
sentamos – Come, come – me motivó. Sonreí por lo animado que se veía.
Probé la comida con cierta duda pero me sorprendí a
mi mismo cerrando los ojos mientras disfrutaba. El caldo estaba exquisito y la
carne en el punto exacto.
- ¿Esa expresión quiere decir que te gusta? –
preguntó, yo asentí – muy bien, al ataque entonces. – comenzó a comer casi con
la misma rapidez que comía yo. El silencio de mi casa hizo que escucháramos los
sonidos mientras masticábamos, aquello me parecía divertido, hacía tanto ruido
como yo y comía casi igual de rápido. – Hum – movió su mano como apuntándome
para avisar que hablaría pero tardó unos segundos ya que su boca estaba llena –
Mañana debemos comprar cosas para cocinar, tienes muy poca variedad de
vegetales y bueno, te aviso que es la parte de los gastos con la que quiero
cooperar ya que pretendo ser quien cocine. ¿Estarías de acuerdo con eso? –
asentí de inmediato. Yo solo sabía cocinar fideos y odiaba hacerlo. – Bien –
sonrió y continuó comiendo.
Luego de tal vez diez minutos nos acabamos todo. Ambos
parecíamos bastante hambrientos por la rapidez con la que comimos, yo me sentía
satisfecho físicamente por el gran plato que comí y mentalmente porque él se
veía cómodo a pesar de que el silencio se propagó por el resto de la cena.
Tomé la libreta cuando dejó su platillo vació
triunfal sobre la mesa.
“Me gusta como cocinas” intentando darle de qué
hablar, me gustaba escuchar su voz y cada palabra que decía me permitía saber
un poco más de él.
- Cocino desde pequeño. Mamá siempre estaba ocupada y
mi hermana odiaba cocinar, así que aprendí por supervivencia para que pudiéramos
cenar a buena hora… Mamá llegaba a veces al anochecer.
“¿Trabajaba?”.
- No, solo tenía buena vida social – cada vez que
hablaba de su mamá su voz se llenaba de cariño. Sentí una punzada de anhelo, quería que alguna vez alguien hablara así de
mí. – Mi padre… es un budista empedernido y se ha pasado la vida en un templo
cercano a nuestra casa. Allí medita, reza… allí vive prácticamente.
Lo miré con curiosidad.
- Pregunta con confianza.
Sonreí, leía acertadamente mis ojos.
“Tu casa es enorme. ¿Tu papá tiene un buen
trabajo?”
Sonrió con mi pregunta, parecía divertido.
- Mis padres… pertenecen a familias con una buena
“situación” económica. Papá administra varios bienes, los propios y los de mi
madre, es por eso que él se puede dar lujos como pasar toda una semana
meditando en el templo… - se calló unos segundos con un gesto pensativo, luego
agregó con aquella voz suave que usa cuando habla del corazón – Cuando era
pequeño me llevaba allí, intentaba hacerme meditar pero se me dormían las piernas
después de unos minutos… Mamá se quejaba porque me llevaba todo el día con él
en vez de dejarme jugar, pero él siempre insistió conmigo hasta incluso mi
adolescencia, quería que tuviéramos algo en común. No lo logró, para colmo a
medida que crecí noté muchas carencias que tenía como padre y esposo. Mamá se
quedaba sola haciéndose cargo de todo mientras él no pensaba en nada más que su
crecimiento espiritual, aunque ella jamás reprochó nada. Yo si lo hice y tras
aquella vez perdió las esperanzas en lograr una relación conmigo… desde
entonces hablamos muy poco.
Lo miré sin saber que decir.
- No abras tanto los ojos Hide, hasta parece que
duele la forma en que lo haces.
Inflé una mejilla aparentando molestia por su comentario
y anoté en mi libreta:
“Son así.”
Rió soltando un suspiro.
- ¿Puedo preguntar yo algo? – asentí sin pensar. Sus
ojos parecieron dudar, entonces sonrió apenado – No debes contestar si no
quieres, solo… me gustaría saber sobre tus padres… - Oh. – Yo te he hablado
bastante de los míos ya… ¿Qué hay de los tuyos?
Mierda, terreno difícil para una conversación
convencional.
Decidí rozar la verdad y escribí con un pequeño
temblor en la mano derecha.
“Mamá vive a unas calles de aquí. Es bonita y
cariñosa, voy a comer con ella los días miércoles”, leyó con una expresión que
no pude descifrar. Sentí que no me creía.
- ¿Te pareces a tu madre? – preguntó con la misma expresión
extraña. Me sentí incómodo, pero insistí en mi media verdad.
“No, ella es bonita y tranquila, nunca se altera
con nada”, unió sus labios en un puchero cuando lo leyó.
- Pero tú también eres bonito y tranquilo, aunque aún
no te conozco demasiado para opinar sobre lo otro… - Mi mente se quedó en lo
primero que dijo. ¿“Bonito”? ¿Había dicho “bonito”?, comencé a sentir el calor
subir a mi cara cuando él se puso de pie y retiró los platillos rápidamente – Lavaré
esto para que salgamos pronto a beber unas cervezas – lo miré curioso por su
comportamiento un poco agresivo luego de aquellas palabras, pero hubo un leve
segundo en que se giró hacia mí ligeramente y casi estuve seguro de haber visto
rubor en sus mejillas.
Me puse un suéter con capucha y amarré mi cabello,
cuando lo llevaba suelto era mucho más fácil que me confundieran con una chica
y a veces desconocidos intentaban propasarse, así que optaba por amarrarlo y
usar ropa ancha, ropa que usualmente no usaban las mujeres. Escuché a Sakura
tomar un baño y entrar en su habitación. Noté lo que había comentado sobre el
ruido porque había escuchado al menos dos cosas romperse en solo quince
minutos. También lo oí hablando con Samurái sobre su barriguita esponjosa;
“eres un gato mimado”, le decía.
Bajé antes cerrando toda la casa para que Samurái
no pudiera salir, no me gustaba que saliera de casa, temía porque algún vecino
lo lastimara o un auto lo arrollara, además era muy esponjoso y gordito. Correr
del peligro no parecía ser una habilidad para él.
- ¿Ya estás listo? – bajó. Se había arreglado
bastante, olía perfume y a limpio, su cabello se veía sedoso también, me dieron
ganas de acariciarlo pero por motivos obvios me contuve.
Salimos de casa, yo llevaba mi libreta y un poco de
dinero en mi bolsillo. La noche estaba agradable, poco frio, poca humedad, poco
calor, aunque si había demasiado de muchas otras cosas pero eso solo ocurría
dentro de mí. Pensaba en llevar a Sakura a un bar conocido en donde servían
buena comida y había música en vivo. Se suponía que yo debía guiarlo, pero sus
piernas largas me llevaban casi trotando junto a él.
- ¿Haces ejercicio o algún deporte? – preguntó de
repente. Lo miré extrañado. ¿Parecía que lo hiciera? Negué con la cabeza evitando
colocar una mirada que dijera “no estúpido”, pero él pareció notarlo de todas
formas. Rió. – Preguntaba, porque en tan solo quince minutos que llevamos
caminando ya pareciera que tendrás un ataque asmático – lo miré con la boca
abierta y lo golpeé con suavidad su brazo en un intento de un indignado “¡oye!”
que no saldría realmente de mi boca. Lo comprendió y rió más fuerte.
Me gustaba su compañía, me divertía a pesar de que
sentía que era muy poco lo que yo podía ofrecerle a su diversión.
Cuando llegamos al bar no alcanzamos a elegir una
mesa cuando del final del lugar nos gritan
- ¡Sakuraaaaa! ¡Hideeee, ahora Hydeeeee! – la voz de
Ken-chan se escuchaba en todo el lugar. Sonreí apenado bajando la mirada pero camine
hasta él. Mientras tanto Sakura le contestó desde la lejanía de la misma forma.
- ¡Keeeeen-chaaaaaan! - ambos corrieron a darse un
abrazo sobre actuado. Me reí. Desde el inicio era evidente la química entre
ellos dos, y me agradaba aunque me diera un poco de celos. Quería ser como Ken
y hacer amigos con facilidad.
La mesa estaba llena de conocidos, me senté junto a
Sakura y a mi otro lado se encontraba Kiyoharu, un chico con el que habíamos
compartido escenario en varias ocasiones. Era agradable aunque su personalidad
asustaba en ocasiones, solía decirme cosas solo a mí, tal vez porque sabía que
no las iba a repetir, sin embargo era la única persona con quien tenía cierta
afinidad fuera de la banda. Al lado de Sakura estaba Ken, conversaron entre los
dos y en cuestión de segundos fui el ignorado de la mesa, pero por primera vez
no me sentí especialmente mal por eso porque pude observar tranquilamente a
Sakura hablar con Ken; sus gestos, su voz y su risa. Llegó un instante en que
volteó encontrándose con mi mirada, entonces se sentó un poco más atrás y
comenzó a hablar mirándonos tanto a Ken-chan como a mí para no excluirme. Quise
decirle que no se preocupara, que yo estaba bien… obsesionado con él desde mi
rincón pero bien.
Pidieron varios pack de cervezas y las botellas
comenzaron a amontonarse en la mesa, yo bebí solo dos pero no estuve seguro de
cuantas bebieron los demás. Cuando vi a Ken y a Sakura tambalearse y apoyarse
el uno en el otro para lograr ir al baño fue cuando me di cuenta que no sabría
cómo llevarme a Sakura hasta casa.
Kiyoharu me tocó la pierna haciéndome dar un
pequeño salto.
- Oí que traes verde a Oishi – comentó de la nada. Lo
miré sorprendido, hasta creo que abrí la boca.
– Tranquilo, se lo escuché decir a él mismo, no creo que alguien más lo
sepa. – peinó su cabello liso hacía un lado y se inclinó más cerca de mí – Que
no te lave la cabeza Hide, no dejes que te convenza, no necesitas acostarte con
él, lo tienes todo para triunfar sin deberle sexo a nadie. – pestañeé varias
veces intentando comprender lo que me decía. Giro su silla totalmente hacía mí.
– Conozco muchos chicos que se acostaron con él y no cumplió su parte del
trato, conozco otros que lo hicieron de forma innecesaria. El poder de ese tipo
está en convencer a la gente de que necesitan de eso para que él les dé un
empujón… y tal vez en algunos casos sea cierto. Pero créeme, no es el tuyo. – A
Kiyoharu le gustaban los hombres, él mismo me lo había confesado, también me
había dicho que otros hombres creían que solo por ser homosexual le gustaba el
sexo con todos y se habían aprovechado de eso muchas veces… A veces él me
contaba cosas que parecía que no se las diría a nadie más. En ocasiones me
sentía usado, me contaba y luego se iba, no volvía a hablarme hasta que tuviera
algo más que descargar en mí. Pero aún así era el único que me hablaba en esas
fiestas.
De pronto lo vi mirar algo muy divertido y volteé a
observar que era. Sakura y Ken estaban bailando sobre el escenario mientras una
canción algo vergonzosa alegraba la noche. Se quitaron la parte superior de la
ropa y saltaron de forma graciosa levantando los pies como haciendo un especie
de ritual. Se me escapó una risotada.
- Creo que Ken-chan encontró su media naranja –
comento Kiyoharu. Asentí, estaba totalmente de acuerdo.
A las cuatro de la mañana cuando Ken-chan se
derrumbó a dormir en la silla y sus amigos se lo llevaron en auto hasta la casa
de su novia, Sakura me dijo en un intento de léxico coherente; “¿vamunos?”,
pero estaba tan ebrio que no podía caminar, por lo que Kiyoharu y Hitoki, su guitarrista, me ayudaron
cargándolo hasta casa. Caminé delante de ellos para indicarles el camino y como
nadie me veía podía irme riendo silenciosamente de las estupideces que soltaba
Sakura en el camino.
Cuando llegamos a casa lo dejaron en el sofá y Samurái
se subió en él, Sakura lo miró confundido como preguntándose qué ser tan extraño
era el que veían sus ojos. Yo quería explotar de la risa solo con su cara. Me
preguntaron si podría con él, a lo que asentí, solo quería que se fueran
rápido, demasiada gente en casa no me hacía sentir bien.
Cerré toda la casa con seguro y fui hasta la cocina
para servirle la comida a Samurái antes de intentar subir a Sakura por las
escaleras.
- ¿Sabes gordito? Podrías ser un buen estofado – lo
escuché decirle al gato mientras estaba en la cocina. Di un salto de horror en
cuanto lo escuché y corrí a buscar el gato. Me lo encontré mostrándole la
pancita a Sakura buscando que le rascara. Quedé impresionado, Samurái no solía
darse con aquella confianza a extraños y Sakura prácticamente era un extraño
para él… - Estofado de Samurái con algas
y pimientos, estofado de Samurái con fideos y espinacas… estofado…
No dejé que continuara, tomé el gato y me lo llevé
hasta la cocina para que comiera, luego apagué las luces y le tendí las manos.
Él me miró sin entender.
- ¿Qué? ¿Quieres jugar a la ronda o qué? – arqueé una
ceja. Tomé la libreta para escribir y se la mostré, se inclinó a leer con
dificultad. – Vaya… las letras bailan… - entrecerró los ojos y comenzó a
intentar adivinar, inflé mis mejillas para aguantarme la risa– Te lavaré… no,
no… Te llevaré a… parir. ¿Qué? No, no dice eso… a dormir… Aah… ¿Me llevarás a
dormir? – repitió lo último con horror – ¿Me quieres arrebatar la virginidad? – preguntó con
un tono más dulce – ¿Tú? – lo miré con algo de incertidumbre, aunque no me
causaba risa su mala broma. ¿Había un problema conmigo? – Tan pequeño que eres…
- no quise escucharlo más. Tomé sus manos jalándolo hacía mí. De la nada
comenzó a cantar una canción infantil a medida que subíamos los escalones,
cambiaba la letra, diciendo estupideces sin sentido sobre el número del escalón. Me costó trabajo subirlo y más aún hacerlo
entrar en su habitación, chocamos con los marcos de las puertas y es que él era
demasiado grande para entrar sin problemas.
Cayó a la cama como un saco de patatas.
Suspiré, me había agotado subirlo por las
escaleras, no era específicamente un peso muerto pero sujetarlo para que no
perdiera el equilibrio había usado mucha de mi fuerza usualmente dormida. No
encendí la luz ya que un poster de luz de la calle daba justo a su ventana por
lo que tenía suficiente visión para acomodarlo. Levanté sus pies y le quité los
tenis, luego me incliné a su lado para quitarle con dificultad la casaca.
- Hum… ¿Es que en serio me vas a quitar la virginidad? – preguntó
con una voz divertida.
- Sssshhh…. – fue el sonido que logré dejar salir
para que dejara de decir tonterías que me avergonzaban.
- Oh, un sonido nuevo de ti. ¿Puedes hacerlo otra
vez? – lo miré a los ojos apenado. Repetí sin mirarlo.
- Ssshhh…. – sentí el calor en las mejillas.
- Já… adoro cuando eso te sucede – lo miré esperando
saber a qué se refería – Al rubor, ni siquiera conozco a una chica que se
ruborice tanto como tú. – Sus ojos aún estaban algo desorbitados por el
alcohol, sin embargo su voz estaba mucho más clara. Me pregunté si hablaba con
ese tono dulce a causa de haber bebido tanto.
Le desabroché la camisa de a poco con los dedos
temblorosos, había derramado cerveza en ella y olía fatal.
- Desnúdame más lento – susurró de repente con la voz
entre excitada y divertida. Pare en seco mirándolo molesto, es que él no tenía
idea de cómo los nervios me comían mientras intentaba quitarle la ropa para
meterlo a la cama. Sus juegos comenzaban a molestarme. – No te enojes - volvió
a susurrar con aquel tono dulce – Solo quiero estirar el momento… -- tragué
saliva. Pensé seriamente en si ir a mi habitación y solo dejarlo ahí. Entonces con
sus manos jaló bruscamente la camisa sacando los botones faltantes y
quitándosela en un movimiento torpe. Luego siguió con los pantalones, entonces
me enderecé para darle espacio. Solo quería quitarme aquella sensación de
ansiedad… terminaría por comerme la piel de las manos que tanto picaba.
Se quedó solo con calzoncillos, se removió para abrir la cama pero lo ayudé,
entonces lo ví unos pocos segundos antes de taparlo… su abdomen marcado me hizo
quedarme mirándolo fijamente antes de reaccionar para terminar de arroparlo.
Como en modo automático se acomodó de lado plantando la cabeza en la almohada,
y fue cuando sentí que me podía ir. Caminé hasta la puerta pero lo escuché
eructar, no me aguanté una risa. Él también se rió.
- Eres un verdadero niño – su voz ronca resonaba en
la habitación – Te ríes de las cosas que se reiría un niño - susurró con voz
cada vez más apagada. Abrí la puerta pero su voz me detuvo – No, no… quédate – lo
miré sin comprender bien – Quédate un poco…
ven – abrió una parte de la cama palpando la zona vacía – Acuéstate aquí
– pidió con un puchero en los labios.
“Está ebrio, solo quiere compañía”, pensé. Suspiré.
Si bien quería quitarme la ansiedad, las ganas de
poder compartir unos segundos más con él ganaban.
Me quité las botas y el suéter acercándome a la
cama.
- Quítate los pantalones, nadie se acuesta con
pantalones hoy en día – lo miré avergonzado. – No te haré nada, solo quiero que
estés cómodo. – agregó, y me los quité porque lo vi cerrar los ojos apropósito
para no abochornarme. Me solté el cabello y entré en la cama lentamente
sintiendo las sábanas frías tocar mi piel. Me acomodé junto a él teniendo
cuidado de no tocarlo, pero entonces movió su almohada para que la usáramos los
dos acercándose deliberadamente, rozando mis piernas con las suyas y acercando
su rostro de frente al mío sin pudor alguno hasta quedar sumamente cerca. Su
aliento a cerveza me rozó de inmediato la nariz. Tragué saliva. – Me gusta tu
cabello… también cuando intentas darle volumen con rizos - arrastraba las
palabras, aún así lo entendía bien – También me gusta como miras, como si vieras todo por primera vez - me moví para evitar
mirarlo acomodándome con la vista hacía el tejado. Rocé mis manos con mis
muslos para rascarme sin que lo notara, pero lo toqué sin intención y se dio
cuenta – Ya te pican las manos, no entiendo por qué te pones tan nervioso
cuando estás conmigo… ya te he dicho que puedes confiar en mí. – De pronto se movió
hacía abajo quedando su rostro a la altura de mi pecho, se inclinó apoyándose
en mi, pasando uno de sus brazos por debajo del mío hasta dejarlo descansar
sobre mi cadera. Lo único en lo que pude pensar en ese instante fue en el
sonido agradable de las sábanas mientras él se removía para abrazarme. Se quedó
quieto, no dijo ni una sola palabra más. Y yo experimentando el pánico más
agradable que había sentido en mi vida, trataba hasta de evitar respirar para
que el movimiento no lo molestara.
Los minutos pasaron propagando el silencio, solo entonces
quise hacer algo, mis manos picaban tanto de ganas por tocar su cabello como
también picaban de nervios. Lentamente moví mi brazo hasta dejarlo caer sobre
su cabeza que descansaba en mi pecho y
empuñé suavemente los dedos hasta transformar mi movimiento en una caricia que
se repitió varias veces. El sonido de su respiración profunda continuó, y ya estando seguro de que se
había dormido no dejé de acariciar su cabello. Me gustaba… era suave, aunque no
estaba tan largo como el mío podía tranquilamente desenredarlo con los dedos
alejando mis manos y volviéndolas a
acercar a la raíz, se me hizo agradable pero dejé de hacerlo cuando mi mano se
cansó. Solo entonces me dio señales de vida.
- Gracias… - susurró causándome un escalofrío desde
la punta de mi nuca hasta los talones de los pies.
“Estaba despierto”, se repitió en mi mente causando
estragos en mi.
Me calmé con los minutos de silencio mientras me
quedaba inmóvil debajo de su abrazo, concentrándome solo en escucharlo respirar
por varios minutos más. No estuve seguro de si me dormí antes que él.