Abrí la puerta con dificultad llevando dos toallas
en mis manos, pensé que le gustaría tener una solo para su cabello y otra para
el cuerpo.
- Aah… - escuché un suspiro salir de golpe dejándome
inmóvil. ¿Qué estaba haciendo? La idea llegó fácilmente a mi mente cuando noté
que su baño se estaba haciendo largo, pero entonces asomó su cabeza por la
cortina de baño; su rostro estaba sumamente ruborizado y agitado. Estuve seguro
de qué era lo que estaba haciendo, me sentí avergonzado por haberlo
interrumpido – Eh… ¿Qué pasa? – preguntó levemente nervioso. Levanté las toallas
para indicarle que a eso iba y no quise mirarlo más, tenía una mezcla de
vergüenza y nervios, pero de aquellos nervios que te hacen estallar de la risa
aunque no sea precisamente lo deseado.
Apreté los labios para intentar controlarme y que nada se me escapara
saliendo rápido de ahí, sintiendo todo el peso de su mirada preguntarse si yo
me había enterado o no de lo que estaba haciendo.
En cuanto cerré la puerta me tapé con fuerza la
boca ahogando una carcajada.
Corrí a mi habitación, cerré la puerta y me lancé a
la cama escondiendo la cara en la almohada para dejar salir las risas
nerviosas.
Carcajada tras carcajada, me sentía teniendo un
ataque de histeria, jamás me había pasado algo parecido ¡y ocurría precisamente
con él! Continué riéndome un rato hasta que pude controlarme con los ojos
llorosos por mi efusivo ataque de risa. “Me siento loco, pero hace tiempo que
no me reía tanto… “, pensé. Recordar la escena hacía que quisiera reír
nuevamente.
Lo imaginé en mi ducha sintiendo el agua caliente
caer por su cuerpo, su mano tocándose así mismo… No podía imaginar su cuerpo
porque jamás lo había visto completo, solo podía reunir las piezas de lo que
conocía; su cuello, su abdomen, su espalda, sus brazos, las piernas… pero
faltaba lo más importante para detallar mi imagen.
Me senté en la cama de golpe sacudiendo la cabeza
sorprendido del hilo de mis pensamientos. Jamás me había sentido curioso del
cuerpo de nadie, era la primera vez… Me ruboricé por lo que estaba pensando y
comencé a peinar mi cabello para distraerme formando rizos con un palillo. Oí a
lo lejos la puerta de la habitación de Sakura cerrarse. Suspiré. Sentí una leve
sensación de pena y culpa por querer imaginarlo desnudo… Él debía sentirse
avergonzado porque lo vi así que creí que lo mejor sería fingir que no vi nada,
de esa forma tal vez nuestra relación no se estropearía con hechos vergonzosos
ni culpas.
Me coloqué una chaqueta sin mangas sobre el suéter
y escribí en la libreta “Estoy listo” para avisarle a Sakura que podíamos irnos
cuando quisiera. Pensé en esperar a que él saliera, pero estaba ansioso por
hacerle creer que yo no había visto nada, me preocupaba que en ese minuto se
estuviera martillando la cabeza por lo que vi. Fui hasta las afueras de su
habitación, en donde Samurái me estiró las patas para pedir subir. Lo tomé en
brazos y toqué la puerta dos veces.
- Pasa – cuando entré lo encontré con una toalla
envuelta en la cabeza. No me miró, se la quitó y la dejó caer al suelo, luego
tomó la otra envolviéndose la cabeza en ella, se sentó en la cama y comenzó a frotarla
contra su cabello de forma brusca. Bajé a samurái y me subí a la cama hasta
quedar sobre su altura, le sequé el cabello con más delicadeza. Olía a mi
shampoo. Su cabello era liso aunque no tan fino como el mío, tenía más volumen,
me gustaba. Se quedó quieto bajo mi cuidado y desde mi posición lo percibía muy
tímido, estaba seguro de que estaba avergonzado por lo que pasó. – Gracias…-
susurró despacio voz frágil y sentí unas grandes ganas de abrazarlo como jamás
había deseado abrazar a nadie en mi vida, quería hacerle sentir la protección
que me daban los abrazos de mamá.
- Hide…
- ¿Mm? – le respondí totalmente distraído en su
cabello.
- Esto… - desde atrás pude sentir el calor escapando
de su cuerpo, probablemente ruborizado, aunque no podía estar seguro, escondía
su rostro muy bien de mis ojos – Sobre lo que pasó en el baño… - volteó sutilmente
con la mirada baja – Lo siento - soltó casi inaudible conmoviéndome, me dolía
verlo tan… avergonzado. No era la gran cosa, ¿no? Si me hubiera pasado a mí yo
no mencionaría nada pero probablemente me hubiera ido a vivir a otro país.
Volteó su rostro para mirar a otro lado y escribí en la libreta la primera
parte de mi mentira plantándosela en la cara. Miró dudoso, observó muy bien mi
rostro y yo procuré de no dejar de verlo confundido. No era precisamente bueno
mintiendo y menos cuando los nervios me pedían reír, pero me sentía tan triste
al verlo así que no tuve que esforzarme demasiado para lograr un resultado
creíble. – De… las toallas… que no llevé y te molestaste en llevar. – su voz
nerviosa y dudosa ni siquiera la creía él. Continué con mi plan escribiéndole
que no había problema agregando un levantamiento de hombros para restarle
importancia, él me continuaba observando con duda.
“¿Qué pasa?”
- Nada… ya vámonos. – se puso de pie rápidamente muy
motivado – a comprar los muebles, vamos, te compraré un helado de camino. – le
sonreí levantándome con la misma energía que él de la cama. Me tranquilizó que
dejara aquello atrás, aunque a mí no se me olvidaría fácilmente, pero él no lo
sabría. Fingí felicidad máxima por el helado aunque realmente no me apetecía
demasiado, lo que sí quería a toda costa era su compañía.
Bajamos la escalera, cerramos la casa y le dejamos
comida a Samurái, quien últimamente comía el doble ya que tanto Sakura como yo
le servíamos comida tres veces al día. Mientras lo miraba cerrar con confianza
la casa y guardar la libreta para mí entre su ropa, como si ya fuera su espacio
de confianza, me di cuenta de lo feliz que me hacía su presencia. Aunque sí era
bastante ruidoso, no me importaba en lo absoluto. Recordé la cercanía de la
noche pasada haciéndome sentir cohibido… era la primera vez que mi interés por
una persona rozaba la atracción física de aquella manera. Me gustaba Sakura; me
gustaba su forma de hablar, de caminar, de observar, todo me cautivaba. Deseaba
que jamás se aburriera de mi compañía y estuviera conmigo para siempre.
Caminamos por la calle mientras me contaba que su
madre le había arreglado gran parte de su maleta y para su sorpresa, ella había
colocado con anterioridad todo lo que él había olvidado luego.
- Afortunadamente parece que todas las municiones de
supervivencia están ahí. - le sonreí. Definitivamente estaba acostumbrado a
recordar sus obligaciones en su madre. De pronto su mano rozó la mía una vez y
cuando lo noté la corrí asustado al no notar lo cerca que estaba de él, me
alejé un poco para no molestarlo con mi cercanía, pero él me observó con cierta
decepción en la mirada. ¿Qué pasaba? No entendí sus ojos.
Buscó entre sus ropas la libreta tendiéndomela.
- ¿Cuál es tu sabor de helado favorito?
Con dificultad por no tener donde apoyarme escribí
con letra fea:
“Yogurt de mora.” Cerré la libreta y la llevé en la
mano derecha.
- Oh, no es un sabor común. ¿Sabes donde lo venden? –
asentí – entonces llévame hasta allá – volteó rodeándome hasta quedar por mi
costado izquierdo, donde su mano tomó sin tapujos la mía y la sujetó mientras
caminábamos. Me puse tan nervioso que hasta olvidé como caminar bien debiendo
concentrarme para no dar pasos demasiado largos o demasiado cortos, sentía que
nada era normal, ni el caminar, ni el respirar, mi cara estaba roja o quizás
púrpura pero decir que me quería rascar la mano que me tomaba era poco, de
nervios quería arrancármela para saciar la ansiedad que me comía por su acción.
No podía recordar si alguna vez alguien más me
había dado la mano, estaba casi seguro de que no.
Caminamos de aquella manera media hora sin decir
una sola palabra, hasta me sentía sudada la mano, pero la deje libre como peso
muerto mientras él la sujetaba, tenía miedo de, en un acto reflejo por mis
nervios, presionara la suya de forma violenta hasta triturársela. A pesar de
mis nervios me sentía feliz.
Llegamos a la heladería, donde sin soltar mi mano
me hizo entrar.
- Veamos… - dijo mirando la vitrina – hay muchos
sabores… creo que elegiré el de frutos secos. – me comentó. Le sonreí apenado,
era primera vez que lo miraba a la cara desde que me había tomado la mano.
- Quiero un helado de yogurt de mora y uno de frutos
secos. – respondió animado.
- ¿Simple o doble?
- ¿Quieres uno doble? – me miró, asentí.
- ¿De diferente sabor? – preguntó ella, negué. Aquella
heladera me conocía, siempre iba allí y con señas pedía un doble de yogurt de
mora – ok, un doble de mora. – respondió sonriente dándonos la boleta. Sakura
pagó y luego retiró los helados. Fuimos hasta una mesa del lugar y nos sentamos
a comer pero Sakura se negaba a soltar mi mano, la tomaba incluso cuando nos sentamos
uno en frente del otro atrayendo miradas de parte de nuestros vecinos en el
lugar.
- ¡Qué rico! No suelo comer estas cosas, pero cuando
el aire está tan seco como en este lugar, se sienten bastante deliciosas. – su
voz motivada y su sonrisa me hicieron sonreír también, aunque no dejaba de
mirar su mano tomando la mía, sintiéndome avergonzado por estar en un lugar
público demostrando una muestra de cariño que hasta para mí era una sorpresa. Por
qué eso era, ¿no? No estaba del todo convencido.
- ¿Sakura? ¿Hide? – la voz de Tetsuya sonó detrás de
mí. Sakura levantó la mirada desde mis ojos hasta por detrás de mi espalda y
soltó mi mano de golpe, escondiendo la suya debajo de la mesa y dejando la mía
allí con una sensación de carencia. No me volteé a mirarlo, no quería ver sus
ojos de reproche si había visto nuestras manos, imaginé que me culparía, que me
diría que debía alejarme de Sakura. Todos los escenarios pasaron por mi cabeza dejándome un sabor
amargo en la boca.
- ¿Hideto? – la voz de mamá me sorprendió y me volteé
rápidamente para toparme con sus ojos viejos, completamente sorprendidos de
verme en aquella situación. Entonces vi lo cerca que estaba de Tetsuya, parecía
que estaban juntos.
- ¿Podemos sentarnos con ustedes? – preguntó Tetsuya.
- Sí, claro que sí… - Sakura me miró con ojos
apenados. Rogué porque no se hubiera arrepentido de haberme tomado la mano,
aunque me creara problemas, me había hecho feliz.
- Esto… - Tetsuya se sentó junto a Sakura, hice
espacio para mi mamá quien me sonrió y yo le devolví la sonrisa, aquel era
nuestro usual saludo – Sakura, ella es la madre de Hide, la señora Saiko. Señora
Saiko – le dijo dirigiéndose a ella – este es el chico que está viviendo con
Hide mientras grabamos el disco, Yasunori Sakurazawa.
Sakura se puso de pie e hizo una reverencia para
ella. “Adorable”, pensé.
- Un gusto, siéntate por favor – él la obedeció, se
veía más apenado que unos minutos atrás -…justamente Tetsuya me estaba
comentando que Hide tiene un inquilino. Se me hace muy difícil de imaginar que
Hide viva con alguien… espero que no esté significando un sacrificio para
ninguno de los dos.
- No… no, creo que para Hide no ha sido tan malo… -
ella me miró a mí, yo negué con rapidez. La percibí algo incomoda, ¿qué mierda
hacía allí con Tetsuya? - Incluso y si así lo fuera él tampoco te lo
reprocharía. – la miré con la boca abierta. ¿Por qué estaba siendo tan
desagradable? Sakura se mostró visiblemente incómodo y Tetsuya parecía curioso.
El silencio se hizo presente en la mesa.
- Suelo notar cuando causo molestia en alguien, y con
lo expresivo que es Hide, creo que me daría cuenta fácilmente. – Sakura le
sonrió de forma respetuosa, más parecía que quería calmarla, pero yo no
entendía nada. Mamá se estaba comportando mal.
- No hables como si lo conocieras mucho. ¿Qué no
llegaste ayer? – le toqué el brazo por debajo de la mesa mirándola directa y
notoriamente enfadado, quería pedirle que se callara.
- ¿Qué? No pidas que no me preocupe de con quién
estás viviendo, es natural que yo quiera saber más sobre tu amigo… si es que es
eso.
- En fin… señora Saiko, agradezco su tiempo. Si me
disculpan tengo cosas que hacer – Tetsuya se puso de pie luego de sonreírle a
mi madre y caminó en sentido contrario. Me puse de pie rápidamente para
seguirlo hasta que lo alcancé y le tomé el brazo a las afueras de la heladería.
- ¿Qué pasa? – me miró confundido. Lo miré con los
ojos bien abiertos y luego le indiqué con la cabeza en dirección a mamá, era
una clara pregunta de qué estaba pasando.
– Me la encontré y la invité a tomar un helado. – lo miré sin creerle –
también le comenté sobre Sakura aunque pensé que ella ya sabía. No se lo tomo
muy bien pero no sé porqué. Es tu madre, tal vez tú lo entiendas mejor. – lo
solté. No le creí nada y por lo mismo no quise seguir escuchándolo. – Oye…
¿Cómo has estado? – volteé con desagrado, lo ignoré y entré en la heladería
dejándolo solo. Detestaba cuando me trataba como un idiota y luego parecía
preocuparse por mí. No era un idiota, tampoco necesitaba su preocupación.
Caminé de vuelta a la mesa encontrándome con Sakura
mirando al suelo visiblemente afectado por algo, mi mamá con rostro molesto.
¿Qué le había dicho? Ella no había notado mi presencia.
- Es demasiado influenciable y no necesita gente como
tú para que le enseñe más de la calle. – abrí la boca. ¿Por qué estaba reaccionando
de esa manera? Sakura se puso de pie, solo entonces me vio, sonrió como pudo y
susurró cuando estuvo cerca de mí.
- Iré al baño, ya vuelvo. – me preocupé, luego la
miré enfadada a ella.
- Hide, ¿por qué no me dijiste que estabas viviendo
con alguien? ¿De dónde salió este chico? Tetsuya me habló un poco de él, quedé
espantada ¿Y ahora los encuentro de la mano? ¿Qué está pasando? – el tono entre
curioso y molesto me impresionó, mamá jamás se entrometía demasiado en mis
asuntos, al menos eso me hacía creer. Siempre preguntaba por mí a mis amigos y
comprendí que en este caso se mantenía informada a través de Tetsuya, quien
además le había mentido sobre Sakura. ¿Pero por qué? Si el mismo lo llevo hasta
mi casa, ¿por qué ahora quería sacarlo?
Abrí mi libreta escribiéndole:
“Sé cuidarme, no te metas”.
- Claro que me meteré, soy como tu madre – se
defendió. Escribí rápido de forma impulsiva.
“Pero no lo eres”.
Se lo mostré y ella lo leyó quedó en silencio. Tomé
mi libreta, mi helado y la mano de Sakura que justo volvía hacia nosotros
dispuesto a sacarnos de ahí.
Lo arrastré por una calle completa mientras lo sostenía
firmemente negándome a sentir vergüenza, a detenerme o a voltear. Jamás le había
dicho algo parecido a mamá como tampoco ella me había controlado de aquella
forma. Estaba enfadado. Cuando llegamos a una zona solitaria, tomé la libreta y
le pregunté:
“¿Qué fue lo que te dijo?”.
Sakura se veía impresionado, un poco apenado,
miraba nuestras manos recién separadas con sorpresa.
- Ah… em… me dijo que habías sufrido demasiado en tu
vida como para experimentar situaciones que te causaran más dolor - Mierda. ¿Le
había contado sobre mi pasado?.
“¿Sufrir? ¿Dijo eso?”.
- Si… - me miró con negación.
“Dime qué fue lo que te dijo”, le insistí.
- Me dijo que habías tenido padres horribles y que
desde entonces elegías gente horrible para rodearte de ellas, que yo no me veía
diferente y por eso… quería que me alejara de ti. – susurró apenado lo último, sus
palabras me dolieron. ¿Alejarse? ¡No! Claro que no, si se alejaba de mí solo
debía ser por su decisión, no por la opinión de otras personas. Me sentí
enfadado con mi madre, ella no sabía lo que significaba él para mí. En tan poco
tiempo… me había hecho feliz.
Escribí:
“No quiero que te vayas”, se lo mostré son mirarlo
a los ojos.
- Entonces no me iré, creo que no te estoy
molestando… así que no tengo razones para irme, pero, ¿de verdad tan cara de
delincuente tengo para que ella pensara eso de mí?
Le sonreí. “Claro que no, chico guapo”, pensé. Luego
le escribí:
“Fue Tetsuya quien dijo algo que le dio a pensar
quizás qué.”
- Oh… - se quedo confundido, yo tampoco lo entendía.
Levanté mis hombros para que supiera que tampoco sabía el por qué. – Bueno, los
hombres suelen hacer estupideces cuando están celosos.
¿Celosos? ¿Tetsuya? ¿De qué hablaba?
- Descuida Hide. No me gustan este tipo de cosas,
pero si de verdad me fuera de tu casa sería por ti, no por opiniones de otras
personas… ni siquiera de tu madre – estiró la mano hacía mí - ¿Vamos a comprar
esos muebles? – Le sonreí correspondiendo su mano ligeramente nervioso.
Caminamos varias cuadras sin mirar las tiendas, al
parecer estaba tan distraído como yo, hasta que el calor comenzó a hacerse
pesado, entonces recordé los muebles y nos metimos a una tienda de mueblería de
segunda mano.
- ¿Te gustan las cosas viejas? - asentí mirando un
par de lámparas - ¿No prefieres muebles nuevos? – negué con la cabeza – Pero…
Escribí:
“¿No te gustan?”.
- Oh no es que no me gusten, están bonitos es solo
que… los muebles absorben energía,
¿sabes? Si te llevas a casa un mueble viejo, este trae todas las malas energías
de quienes lo han tenido.
¿Qué? Me puse a reír. ¿En serio era supersticioso?
- No te rías, el tema de la energía no es juego. Es
lo que controla tu vida, tu ánimo, tu cuerpo, la ley del universo…
Volví a tomar su mano colocando los ojos en blanco,
sacándolo fuera de la tienda con “energía vieja”.
Recorrimos seis tiendas hasta que finalmente
llegamos a, probablemente, la más común, en donde Sakura dijo “perfecto” mirando
a un mueble con un par de tablas puestas. “¿Es en serio?”, yo esperaba comprar
un armario pero él quería una repisa abierta.
Le escribí:
“¿No quieres algo con cajones o puertas?”
- No, es un gasto innecesario. Con una de estas puedo
poner mi ropa en un lugar, mis libros en otra, también podría colocar la ropa sucia
en una canasta ahí mismo. Tiene el tamaño perfecto… Además tiendo a meter mucha
basura en los cajones, esto me obligará a mantener un orden decente. Y es
negra, me gusta el negro – suspiré, claro que sabía que le gustaba el negro si
era hasta el color de sus calzoncillos. - ¿Te molesta que ponga esto en tu
casa?
“No es precisamente mi estilo… pero será tuyo no
mío”, le escribí con cara de pocos
amigos, me respondió con una sonrisa satisfecha. No me podía creer que habíamos
visto muebles por horas; unos enormes, otros bonitos pero con menos espacio y a
todos les había dicho que no, a los viejos y a los modernos, y de pronto veía
una simple repisa fácil hasta de hacer con un par de tablas… y se enamoró.
Afortunadamente el precio era bajo pero él ni siquiera lo había mirado. Se
notaba que era de aquellos que cuando quería algo no se reprimía, y me
sorprendía que precisamente sus gustos fueran simples.
- Mira Hide, ¿compremos uno de estos? – dijo
apuntando una hamaca de jardín que tenía un gran cartel indicando el precio y
el color rojo. – Podríamos beber unas cervezas en el patio mientras disfrutamos
del aire fresco. Además mira el precio, nos saldrá más caro comprar las
cervezas – sonrió como un niño que acababa de encontrar un tesoro. Moría por
escribirle: “claro que cuesta eso si es de segunda mano”, pero su sonrisa me lo
impidió. Solo asentí.
Fue a realizar el pedido de los muebles mientras yo
lo esperaba fuera, no veía nada que me llamara la atención y temía que él si
viera más cosas de segunda mano con las que adornan mi casa. Pensé en la hamaca,
mi casa se repartía en tonos azules claros y oscuros, blancos y cremas, el rojo
no encajaría, pero para mí buena suerte mi daltonismo me impediría notar la
diferencia al punto de la incomodidad.
Sakura caminó hasta mí.
- ¡Está todo listo! Llegaran los muebles a casa a las
8 de la noche. Ten – me tendió el papel con la dirección de la casa que le
había dado para hacer el pedido.
Le escribí:
“Consérvala por si algún día te pierdes”.
- Ah, si… está bien, la guardaré en el fondo de la
cartera para asegurarme de que no la tire después. – Abrió su cartera sacando
un puñal de papeles en donde lo primero que se veía era un condón de papel
plateado. No aguante una carcajada, me miró curioso.
“Vaya así que eres el tipo de hombre que lleva el
condón vencido en la cartera”, le escribí. Él leyó dos veces lo que había
escrito, luego respondió de forma rápida.
- No, jamás alcanzan a vencerse - sonrió coqueto al
final de la frase. Noté que se mordió el interior de su mejilla izquierda incómodo,
notablemente arrepentido de lo que había dicho.
No pude entender el por qué; si así era él, me gustaba saberlo aunque su
confesión no me hacía precisamente feliz. – ¿Vamos a comprar verduras? ¿Hay
algún mercado por aquí?
Le sonreí, claro que lo había, el centro de la
ciudad no era precisamente grande como para no llegar a algún lugar caminando.
Quise tomar su mano como lo había hecho con anterioridad pero me falto valentía
y solo caminé esperando que me siguiera. Cuando llegó a mi lado, tomó mi mano apretándola
un poco más fuerte de lo usual.
- No me dejes atrás… - susurró. En la calle seis
personas giraron a mirarnos de forma obvia, otros seis más de reojo, pero
ninguno que miró directamente fue capaz de desviar la mirada del todo. Quería
evitar pensar en el por qué. Las muestras de afecto ya eran censuradas en las
calles, y como éramos hombres, tenía otro nivel de rechazo, uno que quería con toda
mi alma ignorar.
Cuando llegamos al mercado Sakura compró una
canasta para colocar en ella verduras y comenzamos a meter lo que nos gustaba
dentro, él insistió en pagarlo todo. Coloqué frutas en su mayoría y él
verduras. Compramos en otra tienda fideos, arroz, latas para gato, helados, Sakura
incluso arrendó un par de películas. Caminamos cargados hasta casa.
- Entiendo por qué ninguno de ustedes tiene auto,
para vivir aquí no es necesaria tanta movilización. – alcé una ceja, aunque tenía las manos ocupadas dejé las bolsas en el suelo para responder.
“Es porque nosotros vivimos cerca del centro de la
ciudad, hay muchas localidades alrededor que necesitan auto. Esto no es el
campo.”
- Está bien, no te enojes, es solo que en Tokio
caminar no es precisamente tarea agradable con las calles tan ajetreadas. Esto
es diferente.
“Para ir mañana al estudio necesitaremos tomar un
bus”, tomé las bolsas y volví a caminar junto a él. No me dijo ni una palabra
más probablemente evitando que me viera obligado a bajar las bolsas para
contestar.
Cuando llegamos a casa me encontré con la puerta
semi abierta. Tanto Sakura como yo nos miramos sorprendidos.
Entré con rapidez pensando que algún ladrón había
entrado, pero me encontré con mamá limpiando con un trapo el suelo y guantes de
limpieza. La miré desconcertado.
- Hasta que llegaron – la miré con la boca abierta.
Ella estaba enferma, no podía moverse de aquella forma, jamás lo hacía, yo iba
a limpiar su casa y no me explicaba por qué ella estaba limpiando la mía. –
Estaba todo desordenado cuando entré, por eso me puse a limpiar un poco. Todo
estaba con polvo y… ¿cuántos días llevan viviendo juntos y ya tenían ese
chiquero? – La miré pidiendo explicaciones.
- Con permiso iré a dejar estas cosas a la cocina… -
Sakura que había notado mi rostro molesto buscó como irse de forma discreta.
- Bien, porque vine a hablar con mi hijo. – Ella
esperó a que Sakura se fuera para hablar. Me miró molesta, luego sus ojos
cambiaron a arrepentimiento y preocupación, finalmente suspiró dolida – Tetsuya
me dijo que ese chico usaba drogas, no quiero que por dedicarte a la música te
metas en un mundo así, es por eso que he reaccionado de esta forma. – “¿Qué,
qué, qué?”, la miré con la boca abierta. No podía entender que ella reaccionara
con tanta credibilidad a las palabras de Tetsuya y menos entendía porque él
diría aquello sobre Sakura. No entendía nada. Busque la libreta con
desesperación.
“¿Por qué no me dijiste eso desde el comienzo?
Habría que preguntarle a Sakura si realmente es verdad, porque no entiendo como
Tetsuya dijo algo así si no se conocían demasiado.”
Tarde en escribir, por mi desesperación mi
caligrafía era casi inentendible.
Ella lo leyó y bufó.
- ¿Crees que dirá la verdad? ¡Claro que no! No quiero
que vivas con un drogadicto.
Coloqué los ojos en blanco.
“Mamá ve a descansar a casa.”
- No me iré hasta quedarme tranquila con este asunto,
hasta saber si es mentira o hasta que lo corras de tu casa.
“No le preguntaré nada contigo aquí, no es tu
asunto”.
- ¡Tú eres mi asunto!
- Me sentía frustrado, no quería tenerla en casa atacando de esa forma a
Sakura. Pensé en otra alternativa y me puse a escribir:
“Confía en mí, yo sabré que hacer con lo que me
responda. Tú confía en mí.”
Lo leyó con desconfianza.
- Prométeme que no lo tendrás cerca si ese chico
realmente consume drogas. – Estaba seguro de que aquel no era el caso, así que
ni lo pensé.
“Lo prometo”, escribí.
- Bien. – Se quitó los guantes de limpieza dejándolos
sobre la mesa – Ya me voy entonces, pero te quiero en casa para que me cuentes
que ocurrió, no me quedaré tranquila exponiendo a… - cerré los ojos de enojo.
¿Por qué había elegido ese momento para preocuparse
de mí? Precisamente, ¿por qué había elegido poner atención en Sakura? De todos
quienes había conocido, ¿por qué elegir ser la mamá preocupada con él?
- Está bien, me marcharé. Pero por favor ve a casa a
contarme todo en cuanto resuelvas esto. – asentí enfadado. Pasó por mi lado y
cerró la puerta detrás de mí sin agregar una despedida.
Suspiré.
Miré el suelo de la habitación unos instantes y una
sensación de vacío se apodero de mí. Vacio porque algo que solía ocurrir me
faltaba. Miré debajo de los muebles, luego corrí hasta la cocina donde Sakura
me miró con sorpresa quizás por mi expresión de pánico; lo ignoré y corrí hasta
el segundo piso. En mi mente solo se repetía “mierda, mierda, mierda, mierda”,
cuando miré debajo de las camas y dentro del baño y noté que no estaba las lágrimas
comenzaron a salirse con furia de mis ojos. Corrí por las escaleras directo
hasta el jardín, miré en todas las direcciones. Mamá ya se había ido, no había
señales de ella ni de nadie más, mis lagrimas hicieron borroso el mundo a mi
alrededor; él no estaba. Entonces noté que pisaba algo, ver su collar tirado en
el suelo me derrumbó aún más.
- ¿Hide…? ¿Hide qué pasa? ¿Por qué lloras? –caminó
desde la puerta hasta mí con cara de horror mientras yo recogía lo que me
quedaba de mi esponjoso amigo– Ey... ¿qué paso con tu mamá? ¿Por eso estás así?
– le negué con la cabeza y le mostré el collar en mi mano; el collar de mi
gato.- Mierda, Samurái escapó. – más lagrimas se me escaparon cuando él lo dijo
en voz alta, y el miedo de que tal vez nunca más lo volvería a ver me mordió
fuerte.