¿Qué puede pedir
el amante de todo músico?
“¿Puedes escribir
una canción para mí?”
Me pediste eso
varias veces. Te me acercabas casualmente, tus brazos alrededor de mis hombros,
cálidos, protector más que posesivo, tu sonrisa y tu tono desafiándome a
adivinar si lo decías en serio o jugando. No podía decir cuál; solo reía
nervioso, cambiando mi respuesta todo el tiempo para ver si tú cambiabas la
pregunta.
“No escribo cosas
tan personales.”
“No podría ponerlo
en palabras; llámame egoísta, no quiero compartir.”
“Nunca podría ser
tan hermoso como tú, cariño.”
Pero tus preguntas nunca fallaron, aunque tus
respuestas fuesen tan variables como las mías. Desordenarme el cabello con afecto
sin importar que estuviese corto o largo; un pellizco en mi cintura a través de
la ropa gruesa, delgada, sin ropa; un leve indicio de rubor tras una sonrisa;
muecas y berrinches; imitación de súplicas infantiles; la más convincente
muestra de indiferencia… Yo no podía decir “sí” y tú no querías escuchar “no”.
Debí haberte
vuelto loco algunas noches manteniéndote despierto hasta tarde, probando
nuestras nuevas melodías y letras contigo. Sin embargo nunca te quejaste;
incluso cuando mis sesiones de composición nocturnas te privaban del sueño, en
la mañana me sonrías con los ojos cansados, apoyado en la mesa de la cocina con
tu taza de café y ofreciéndome el más amable de los cumplidos. Incluso cuando
aprendí a conocer tus mentiras entre tus verdades, sabía que eras genuino en tu
admiración.
Pero fueron las
noches en las que no viniste, en las que olvidaste nuestros planes, en las que
olvidaste que existía, en las que no estabas para preguntarme si escribiría una
canción para ti, en las que puse la pluma sobre el papel y dejé que la tinta se
derramara; la pluma llorando donde yo no podía. Escribí sobre ti, sobre mí,
sobre nosotros, las cosas que veía en ti y me hacían quedar despierto por la
noche, incluso sabiendo que cuando llegaras habría deseado no haberte visto
llegar. Entonces en la mañana me sonreirías y dirías que sería diferente la
próxima vez.
Y la próxima vez,
rompería esas hojas y volvería a intentarlo.
No fue hasta que
dejaste de venir que finalmente dejé de destruir mis lamentables intentos de
capturarte en palabras. ¿Cómo más podría haberte retenido? No con mis brazos,
ni con mis emociones, no con sábanas de satén y cortinas oscuras. Tu presencia
llenó las páginas donde antes solía llenar el espacio a mi lado; bebí de tu
taza de café intentando perseguir las huellas que dejabas atrás.
Te convertiste en
el fantasma que susurraba en mis sueños, en mi despertar, haciéndome dar
vueltas en círculos vertiginosos pero no dispuesto a detener el viaje.
“¿Puedes escribir
una canción para mí?”
Cantaré para ti,
cariño; para el fantasma en mi habitación.
Por: bloodied_quill
Fuente: Livejournal