Después de tres años he vuelto a este lugar. La
última vez que estuve aquí me fui inquieto, derrotado y enemistado conmigo… y
también con él.
Pero heme aquí, el rótulo de hijo único bajo su
impecable símbolo quiso que me viera en el deber de volver a pisar las mismas
flores, a sentarme bajo el mismo árbol. Incluso confieso que no tengo la valentía
de caminar por alguna calle para demostrar que puedo salir de aquí con el
corazón ileso… Y yo, que me había prometido no volver hasta estar mejor de mí
mismo, ¿habré cumplido esa promesa?
Me pesaba el caminar frente a tantas mordidas de
recuerdos. Ya no le pertenecía ni a la vida, ni a mis sueños, y temía, que a
pesar de las incontables noches de lágrimas y promesas de autovaloración,
continuara perteneciéndole a él.