sábado, 14 de julio de 2018

Matices: Capítulo 3 - Sus ojos.


Hyde




Un aire cálido rozaba mi frente haciéndome cosquillas. Me sentía cómodo y acobijado en algún lugar oscuro de mí subconsciente, esta vez no había pesadillas ni sueños extraños… tampoco sensación de miedo o angustia en mi pecho, por fin descansaba tranquilo. Lo único que molestaba era una luz que rozaba mis párpados, detestaba dormir con luz, por lo que poco a poco mi cuerpo fue despertando hasta que finalmente logré abrir los ojos y dejar atrás toda comodidad encontrada.

Para mi sorpresa, estaba apoyado en el hombro de Sakura, y aquel aire cálido no era nada menos que su respiración rozando mi piel. Me levanté lentamente con cuidado de no despertarlo, mordiéndome el labio por la preocupación… ¿En qué momento había pasado aquello? Parecía que tanto él como yo, nos habíamos acercado de forma inconsciente, tal vez buscando calor.

 Lo miré mientras dormía, cuando aún su rostro estaba a centímetros del mío... Sin aquella mirada intensa se veía inofensivo, sus labios delgados a medio abrir y sus mejillas un poco sonrojadas por el calor le daban cierto aspecto que contrarrestaba con el Sakura de algunas horas atrás. Me avergoncé de mi mismo por mirarlo de forma tan invasiva y me alejé lentamente. Me puse de pie envolviéndolo con cuidado con la manta queriendo dejarlo abrigado, el sol parecía no abrigar demasiado mi casa.

Observé la hora. Ya eran las 2 de la tarde y debía ir a la farmacia a comprar medicamentos para mi madre y algo para comer. Me coloqué un abrigo pero entonces me percibí un poco afiebrado, intuí que un resfriado se acercaba. Tras tomar las llaves para salir, le dediqué una última mirada al dormido Sakura… sus mejillas continuaban un poco sonrojadas. Por alguna extraña razón sonreí al verlo descubriéndome a mí mismo cómodo en su compañía a pesar de conocerlo tan poco. Suspiré. Esperaba que aquella sensación perdurara.

Cerré la puerta con cuidado y caminé lejos de casa, camino al centro por al lado de la costa, escuchando los pájaros alabar al señor sol que se aparecía por primera vez en una semana de días nublados.

Al llegar al acostumbrado rincón comercial de mi ciudad compré vegetales y un poco de pan, y también quise comprar un pastel para compartir con Sakura. Como no sabía cuál le podría gustar, escogí uno con sabores variados en el mismo, de todas formas yo podría comerme lo que él no quisiera. Luego fui a la farmacia y compré el medicamento para mamá.

-       ¡Hiiiiideeee! – escuché a mis espaldas. Del otro lado de la calle estaban Ken y Tetsuya, ambos me gritaban para que cruzara hacía ellos, lo cual hice sorprendido de encontrármelos juntos. Tetsuya me sonrió aunque su rostro no parecía feliz – Nos encontramos los tres por casualidad – dijo antes de reír secamente.

-       Le comentaba a Tetsuya mi felicidad porque Sakura formara parte de la banda. – comentó Ken con la voz ronca.

-       Aún ni lo escuchas tocar Ken-chan.

-       No importa, es un hombre que sabe disfrutar la vida. – sonó orgulloso. Sonreí por su admiración prematura.

-       Esto Hide… - murmuró Tetsuya de forma apenas entendible. Lo miré con atención. – Sakura estuvo preguntando por ti, ya sabes… se preocupó porque no dices nada… - continué esperando en silencio intentando entender que más quería decir. Yo sabía que había preguntado por mí, era lo esperado.

-       No lo ahuyentes enano – concluyó Ken. Sentí que mi cara se contrajo. ¿Qué?

-       Esto... Hide…al menos mientras dure la iniciación de Sakura, mantente alejado, ¿sí? No es nada personal contigo, es solo que no todos tenemos la disposición de trabajar con… alguien… que no dice nada. – terminó su frase con dificultad. La oleada de emociones comenzó a salir a flote, casi podía sentir mis ganas de llorar escapándose por mi pecho. Sonreí y asentí. Tetsuya me devolvió la sonrisa un poco apenado.

“Yo soy el problema”, decía mi cabeza, “yo siempre soy el problema”.

Me picaban los ojos, quise alejarme de ellos cuanto antes. Respiré profundamente para contener el nudo que subía hacía mi garganta, entonces agaché la cabeza en forma de despedida.  Tenía que huir.

-       ¿Ya te tienes que ir o es que te molestaste? – insistió Ken. Lo ignoré, volteé y caminé en dirección contraria a ellos.

-       Hide… - escuché a Tetsuya decir en actitud de reproche. ¿Pero que más me podían reprochar? Yo no callaba porque quisiera, simplemente no habían palabras de conversación en mi boca, simplemente no tenía nada que decir. Sentí que me odiaban. Continúe caminando a paso rápido por la orilla de la costa volviendo a escuchar los pájaros cantar mientras volaban en círculos, esta vez no me daban tranquilidad, un par de lágrimas se escaparon sin control pero las sequé de inmediato.

Pocas cosas me hacían llorar, pero la más habitual era sentir rechazo de quienes en algún momento me habían aceptado.

Llegué a casa de mamá con los ojos algo más relajados, aún así llorosos.

-       ¿Hideto? – llamó desde su habitación. Caminé hasta ella encontrándola acostada – Hola cariño, te ves algo afiebrado – comentó con preocupación. Dejé la bolsa con medicamentos en una mesa entre toda la lana desordenada y me arrojé junto a ella en la cama, buscando un abrazo y su protección.

No dudó en devolvérmelo, siempre lo hacía, me contenía de forma perfecta, su calor era mi mayor tesoro.

-       ¿Ha pasado algo? – preguntó mientras yo escondía mi rostro en su cuello. Negué con la cabeza, no debía preocuparla, de todas formas no podía contarle lo que había sucedido. - ¿Estás triste? – insistió. Suspiré… si, lo estaba. Yo era el problema.

Mamá secó un par de lágrimas que se me escaparon otra vez y acarició mi cabello por largo rato con sus manos viejas.

-       ¿Y consiguieron baterista para la banda, cariño? -  preguntó interesada, asentí con una sonrisa… Hace un par de horas había estado feliz porque Sakura había aceptado y porque parecía interesado en mí de cierta forma en que Tetsuya y Ken no lo hacían, pero en ese preciso instante quise que él no hubiera aparecido, ya que gracias a eso yo me había convertido en un problema para mis amigos.


Cuando llegué a casa no me sentía mucho mejor de ánimo, sin embargo estaba tranquilo y sabía que mi rabia y angustia estaban controladas, atadas bajo una coraza en mi pecho. Sakura aún dormía, incluso roncaba. El reloj marcaba las 5 de la tarde y el calor dentro de casa ya era agradable, me acerqué a él, lo destapé un poco… sus mejillas continuaban con un leve rubor, también su frente estaba un poco sudada. Se removió pero no despertó.

Nunca había visto a alguien dormir además de mamá, nadie bajaba la guardia conmigo, ni siquiera había visto a Tet-chan y a Ken-chan comportarse de forma tan confianzuda conmigo alguna vez. No estuve seguro si era normal que aquello me agradara tanto. Incluso si sentía que Sakura era el culpable de lo ocurrido con los chicos unos instantes atrás, no podía enojarme luego de verlo dormir.

Saqué un par de cervezas de la nevera y coloqué platillos en la mesa en frente del sofá, mis manos temblaban un poco, mi ansiedad subía al saber que Sakura era mi visita. Yo nunca recibía visitas. Pensé en dejarlo dormir pero entonces creí que sería mejor despertarlo antes de que volviera a anochecer y se le dificultara volver a su ciudad.

Con un dedo pinché su brazo un par de veces haciendo presión pero esperando no causarle dolor, se removió y su rostro dibujo una expresión de enfado que poco a poco se acentuó hasta que pareció vencer al sueño, ganar la batalla y darle paso a esa mirada que me incomodaba. Tragué saliva; “no te pongas nervioso”, “no te pongas nervioso”, me repetí.

-       ¿Hideto?  - preguntó confundido observando a ambos lados de la habitación. Le sonreí. – Mierda, ¿me dormí por mucho tiempo? – asentí apuntando hacia el reloj de la pared para que viera la hora. – Mierda… dormí demasiado.

Su voz ronca por el sueño lo hacía lucir más masculino, incluso con el leve rubor en las mejillas y un tono de resfriado que no se me pasó desapercibido. Le tendí una cerveza y miró con sorpresa la mesa que había arreglado para que comiéramos. Sus ojos estaban hinchados y la mitad de su cara rogaba por más sueño. Finalmente luego de despabilar, tomó la cerveza abriéndola y bebiéndola como si fuera agua de manantial.

-       Ay dios…que bien sienta una de estas cuando la garganta está seca… Me siento fatal, creo que dormí con el cuello colgando – comenzó a mover sus hombros con algo de dificultad, entonces me puse de pie y fui a la nevera para buscar una bolsa con hielo y dársela. No quería parecer ansioso ni desesperado por atenderlo, pero sus ojos me ponían tan nervioso que para cuando me di cuenta, ya estaba corriendo a la cocina.

“Cálmate maldita sea… no es un asesino… creo”, tome la susodicha de la nevera y fui hasta él, me pareció mejor idea evitar sus ojos. Se la tendí sin mirarlo.
-       Compraste pastel… no debiste… - levanté los hombros para restarle importancia. – Mmm… no me hace sentir bien que te tomes tantas molestias, ya he abusado demasiado y apenas nos conocemos… - sin siquiera mirarlo a los ojos mis nervios continuaban picando en mis dedos, comencé a rascarme las manos de la forma más discreta que pude. Corté un trozo de pastel y le pase el platillo – Oh veamos, ¿de qué es este?  - preguntó antes de llevárselo a la boca. Hizo un gesto de “delicia” junto a un “mmmm” y sonrió. Corté otro trozo para mí y lo imité. Rió – En casa nunca compramos estas cosas, mi madre es extremadamente cuidadosa con el control del azúcar así que lo disfruto mucho las pocas veces que lo como. Gracias – dijo gentilmente al final de la frase y tuve que mirarlo a los ojos, mi cerebro lo pidió. Ese tono contrastaba nuevamente con él. La pregunta se me instaló en la mente:

¿Cómo es realmente este sujeto?

Un silencio se prolongó.

El único sonido que invadía la habitación era el sonido de ambos al masticar y beber. Lo inaudito, es que lo disfrute y casi podía estar seguro de que él también.

-       ¿Disfrutas cantar? – preguntó luego de un rato. Su voz ya no sonaba resfriada.
Asentí.

-       ¿Está entre los primeros lugares de tu lista de cosas favoritas? - ¿Lista? Lo miré confundido, pero él espero.

No tenía una lista… pero si hubiera tenido, sabía muy bien que cantar no contaba como una de ellas. Fui sincero y negué con la cabeza pero en cuanto lo hice me arrepentí. ¿Qué tal si él me estaba probando? Si aquello lo desinteresaba de la banda… Tetsuya y Ken me odiarían.

-       Entiendo… así que no te gusta cantar… pero, ¿te gusta la música?

Eso no debí pensarlo, asentí con rapidez.

-       Al menos es el ambiente en donde quieres pararte, posiblemente por una gran cantidad de años no te disguste del todo. ¿Qué te gusta, Hideto?

“Hideto” me parecía tan formal… Me puse de pie y fui hasta la mesa de dibujos, tomé la carpeta de los paisajes a detalle, mis favoritos entre todos mis dibujos. Se los mostré con timidez. Abrió el cuaderno con extremada delicadeza y sus ojos no ocultaron la sorpresa. Me sentí satisfecho de inmediato.

-       Así que realmente eres un artista. – susurró muy despacio para mi sorpresa – Notaba en ti un aire diferente, pero no estaba seguro de por qué, ahora creo que lo entiendo un poco. Eres diferente.

Lo miré sin saber que decir.

Claro que era diferente, no hablaba. De pronto recordé lo que me habían pedido Tetsuya y Ken. ¿Podría Sakura irse por evitar trabajar con alguien como yo? Sentía que sí, más aún luego de confesarle que tampoco amaba cantar. Dio un último sorbo a la cerveza y la depositó con exageración sobre la mesa, dando un pequeño golpe.

-       ¡Mi estómago agradece esto! Pero ya debo marcharme. – Asentí y él se puso de pie, estirándose, también lo hice para acompañarlo. Me sentía triste y no solo por el recuerdo de la petición de los chicos ni la preocupación de que Sakura se arrepintiera de formar parte de la banda por mi culpa, sino que simplemente… no quería que se fuera. Yo también quería preguntarle cosas… aunque eso fuera difícil para mí. – Creo que puedo llegar solo a la estación, no tienes que llevarme.

Oh… no quería más de mi compañía.

-       Te has tomado demasiadas molestias por mí, cuando vayas a Tokio te lo recompensaré. – Caminó hasta la puerta y la abrió, revisó sus bolsillos asegurándose de si llevaba todo consigo – Ah, Hide… Puedo llamarte Hide, ¿no?

“Hide” era como me llamaban mis pocos amigos.

Asentí.

-       Hide, gracias por todo, eres mi favorito en la banda hasta ahora. – dijo antes de despedirse con la mano – ¡Adiós! – pestañeé.


     ¿Su favorito? ¿Tenía lista de favoritos para todo? Moví la mano también      despidiéndome, entonces cerró la puerta y se acabó. Se había ido.

En cuanto el silencio invadió el espacio caí en la cuenta de que no sentía dolor por la petición de los chicos, tampoco preocupación. Sakura no se iría de la banda, al menos no por mí. A él, por alguna extraña razón, yo le agradaba y eso me hizo sonreír nerviosamente. Otra vez me picaban los dedos.