~ Hyde
Un aire cálido rozaba mi frente haciéndome cosquillas. Me sentía cómodo
y acobijado en algún lugar oscuro de mí subconsciente, esta vez no había
pesadillas ni sueños extraños… tampoco sensación de miedo o angustia en mi
pecho, por fin descansaba tranquilo. Lo único que molestaba era una luz que
rozaba mis párpados, detestaba dormir con luz, por lo que poco a poco mi cuerpo
fue despertando hasta que finalmente logré abrir los ojos y dejar atrás toda comodidad
encontrada.
Para mi sorpresa, estaba apoyado en el hombro de Sakura, y aquel aire
cálido no era nada menos que su respiración rozando mi piel. Me levanté
lentamente con cuidado de no despertarlo, mordiéndome el labio por la
preocupación… ¿En qué momento había pasado aquello? Parecía que tanto él como
yo, nos habíamos acercado de forma inconsciente, tal vez buscando calor.
Lo miré mientras dormía, cuando
aún su rostro estaba a centímetros del mío... Sin aquella mirada intensa se
veía inofensivo, sus labios delgados a medio abrir y sus mejillas un poco
sonrojadas por el calor le daban cierto aspecto que contrarrestaba con el
Sakura de algunas horas atrás. Me avergoncé de mi mismo por mirarlo de forma
tan invasiva y me alejé lentamente. Me puse de pie envolviéndolo con cuidado
con la manta queriendo dejarlo abrigado, el sol parecía no abrigar demasiado mi
casa.
Observé la hora. Ya eran las 2 de la tarde y debía ir a la farmacia a
comprar medicamentos para mi madre y algo para comer. Me coloqué un abrigo pero
entonces me percibí un poco afiebrado, intuí que un resfriado se acercaba. Tras
tomar las llaves para salir, le dediqué una última mirada al dormido Sakura… sus
mejillas continuaban un poco sonrojadas. Por alguna extraña razón sonreí al
verlo descubriéndome a mí mismo cómodo en su compañía a pesar de conocerlo tan
poco. Suspiré. Esperaba que aquella sensación perdurara.
Cerré la puerta con cuidado y caminé lejos de casa, camino al centro por
al lado de la costa, escuchando los pájaros alabar al señor sol que se aparecía
por primera vez en una semana de días nublados.
Al llegar al acostumbrado rincón comercial de mi ciudad compré vegetales
y un poco de pan, y también quise comprar un pastel para compartir con Sakura. Como no sabía cuál le podría gustar, escogí uno con sabores variados en el mismo,
de todas formas yo podría comerme lo que él no quisiera. Luego fui a la
farmacia y compré el medicamento para mamá.
-
¡Hiiiiideeee! – escuché a mis espaldas. Del otro
lado de la calle estaban Ken y Tetsuya, ambos me gritaban para que cruzara
hacía ellos, lo cual hice sorprendido de encontrármelos juntos. Tetsuya me
sonrió aunque su rostro no parecía feliz – Nos encontramos los tres por
casualidad – dijo antes de reír secamente.
-
Le comentaba a Tetsuya mi felicidad porque Sakura
formara parte de la banda. – comentó Ken con la voz ronca.
-
Aún ni lo escuchas tocar Ken-chan.
-
No importa, es un hombre que sabe disfrutar la
vida. – sonó orgulloso. Sonreí por su admiración prematura.
-
Esto Hide… - murmuró Tetsuya de forma apenas
entendible. Lo miré con atención. – Sakura estuvo preguntando por ti, ya sabes…
se preocupó porque no dices nada… - continué esperando en silencio intentando
entender que más quería decir. Yo sabía que había preguntado por mí, era lo
esperado.
-
No lo ahuyentes enano – concluyó Ken. Sentí que mi
cara se contrajo. ¿Qué?
-
Esto... Hide…al menos mientras dure la iniciación
de Sakura, mantente alejado, ¿sí? No es nada personal contigo, es solo que no
todos tenemos la disposición de trabajar con… alguien… que no dice nada. –
terminó su frase con dificultad. La oleada de emociones comenzó a salir a
flote, casi podía sentir mis ganas de llorar escapándose por mi pecho. Sonreí y
asentí. Tetsuya me devolvió la sonrisa un poco apenado.
“Yo soy el problema”, decía mi cabeza, “yo siempre soy el problema”.
Me
picaban los ojos, quise alejarme de ellos cuanto antes. Respiré profundamente
para contener el nudo que subía hacía mi garganta, entonces agaché la cabeza en
forma de despedida. Tenía que huir.
-
¿Ya te tienes que ir o es que te molestaste? –
insistió Ken. Lo ignoré, volteé y caminé en dirección contraria a ellos.
-
Hide… - escuché a Tetsuya decir en actitud de
reproche. ¿Pero que más me podían reprochar? Yo no callaba porque quisiera,
simplemente no habían palabras de conversación en mi boca, simplemente no tenía
nada que decir. Sentí que me odiaban. Continúe caminando a paso rápido por la
orilla de la costa volviendo a escuchar los pájaros cantar mientras volaban en
círculos, esta vez no me daban tranquilidad, un par de lágrimas se escaparon
sin control pero las sequé de inmediato.
Pocas
cosas me hacían llorar, pero la más habitual era sentir rechazo de quienes en
algún momento me habían aceptado.
Llegué
a casa de mamá con los ojos algo más relajados, aún así llorosos.
-
¿Hideto? – llamó desde su habitación. Caminé hasta
ella encontrándola acostada – Hola cariño, te ves algo afiebrado – comentó con
preocupación. Dejé la bolsa con medicamentos en una mesa entre toda la lana
desordenada y me arrojé junto a ella en la cama, buscando un abrazo y su
protección.
No dudó en devolvérmelo, siempre lo hacía, me contenía de forma
perfecta, su calor era mi mayor tesoro.
-
¿Ha pasado algo? – preguntó mientras yo escondía mi
rostro en su cuello. Negué con la cabeza, no debía preocuparla, de todas formas
no podía contarle lo que había sucedido. - ¿Estás triste? – insistió. Suspiré…
si, lo estaba. Yo era el problema.
Mamá secó un par de lágrimas que se me escaparon otra vez y acarició mi
cabello por largo rato con sus manos viejas.
-
¿Y consiguieron baterista para la banda, cariño?
- preguntó interesada, asentí con una
sonrisa… Hace un par de horas había estado feliz porque Sakura había aceptado y
porque parecía interesado en mí de cierta forma en que Tetsuya y Ken no lo
hacían, pero en ese preciso instante quise que él no hubiera aparecido, ya que
gracias a eso yo me había convertido en un problema para mis amigos.
Cuando
llegué a casa no me sentía mucho mejor de ánimo, sin embargo estaba tranquilo y
sabía que mi rabia y angustia estaban controladas, atadas bajo una coraza en mi
pecho. Sakura aún dormía, incluso roncaba. El reloj marcaba las 5 de la tarde y
el calor dentro de casa ya era agradable, me acerqué a él, lo destapé un poco…
sus mejillas continuaban con un leve rubor, también su frente estaba un poco
sudada. Se removió pero no despertó.
Nunca
había visto a alguien dormir además de mamá, nadie bajaba la guardia conmigo,
ni siquiera había visto a Tet-chan y a Ken-chan comportarse de forma tan confianzuda
conmigo alguna vez. No estuve seguro si era normal que aquello me agradara
tanto. Incluso si sentía que Sakura era el culpable de lo ocurrido con los
chicos unos instantes atrás, no podía enojarme luego de verlo dormir.
Saqué
un par de cervezas de la nevera y coloqué platillos en la mesa en frente del
sofá, mis manos temblaban un poco, mi ansiedad subía al saber que Sakura era mi
visita. Yo nunca recibía visitas. Pensé en dejarlo dormir pero entonces creí
que sería mejor despertarlo antes de que volviera a anochecer y se le
dificultara volver a su ciudad.
Con
un dedo pinché su brazo un par de veces haciendo presión pero esperando no
causarle dolor, se removió y su rostro dibujo una expresión de enfado que poco
a poco se acentuó hasta que pareció vencer al sueño, ganar la batalla y darle
paso a esa mirada que me incomodaba. Tragué saliva; “no te pongas nervioso”, “no
te pongas nervioso”, me repetí.
-
¿Hideto? -
preguntó confundido observando a ambos lados de la habitación. Le sonreí. –
Mierda, ¿me dormí por mucho tiempo? – asentí apuntando hacia el reloj de la
pared para que viera la hora. – Mierda… dormí demasiado.
Su
voz ronca por el sueño lo hacía lucir más masculino, incluso con el leve rubor
en las mejillas y un tono de resfriado que no se me pasó desapercibido. Le
tendí una cerveza y miró con sorpresa la mesa que había arreglado para que
comiéramos. Sus ojos estaban hinchados y la mitad de su cara rogaba por más sueño.
Finalmente luego de despabilar, tomó la cerveza abriéndola y bebiéndola como si
fuera agua de manantial.
-
Ay dios…que bien sienta una de estas cuando la
garganta está seca… Me siento fatal, creo que dormí con el cuello colgando –
comenzó a mover sus hombros con algo de dificultad, entonces me puse de pie y
fui a la nevera para buscar una bolsa con hielo y dársela. No quería parecer
ansioso ni desesperado por atenderlo, pero sus ojos me ponían tan nervioso que
para cuando me di cuenta, ya estaba corriendo a la cocina.
“Cálmate maldita sea… no es un asesino… creo”, tome la susodicha de la
nevera y fui hasta él, me pareció mejor idea evitar sus ojos. Se la tendí sin
mirarlo.
-
Compraste pastel… no debiste… - levanté los hombros
para restarle importancia. – Mmm… no me hace sentir bien que te tomes tantas
molestias, ya he abusado demasiado y apenas nos conocemos… - sin siquiera
mirarlo a los ojos mis nervios continuaban picando en mis dedos, comencé a
rascarme las manos de la forma más discreta que pude. Corté un trozo de pastel
y le pase el platillo – Oh veamos, ¿de qué es este? - preguntó antes de llevárselo a la boca. Hizo
un gesto de “delicia” junto a un “mmmm” y sonrió. Corté otro trozo para mí y lo
imité. Rió – En casa nunca compramos estas cosas, mi madre es extremadamente
cuidadosa con el control del azúcar así que lo disfruto mucho las pocas veces
que lo como. Gracias – dijo gentilmente al final de la frase y tuve que mirarlo
a los ojos, mi cerebro lo pidió. Ese tono contrastaba nuevamente con él. La
pregunta se me instaló en la mente:
¿Cómo es realmente este sujeto?
Un silencio se prolongó.
El único sonido que invadía la habitación era el sonido de ambos al
masticar y beber. Lo inaudito, es que lo disfrute y casi podía estar seguro de
que él también.
-
¿Disfrutas cantar? – preguntó luego de un rato. Su
voz ya no sonaba resfriada.
Asentí.
-
¿Está entre los primeros lugares de tu lista de
cosas favoritas? - ¿Lista? Lo miré confundido, pero él espero.
No tenía una lista… pero si hubiera tenido, sabía muy bien que cantar no
contaba como una de ellas. Fui sincero y negué con la cabeza pero en cuanto lo
hice me arrepentí. ¿Qué tal si él me estaba probando? Si aquello lo
desinteresaba de la banda… Tetsuya y Ken me odiarían.
-
Entiendo… así que no te gusta cantar… pero, ¿te
gusta la música?
Eso no debí pensarlo, asentí con rapidez.
-
Al menos es el ambiente en donde quieres pararte,
posiblemente por una gran cantidad de años no te disguste del todo. ¿Qué te
gusta, Hideto?
“Hideto” me parecía tan formal… Me puse de pie y fui hasta la mesa de
dibujos, tomé la carpeta de los paisajes a detalle, mis favoritos entre todos
mis dibujos. Se los mostré con timidez. Abrió el cuaderno con extremada
delicadeza y sus ojos no ocultaron la sorpresa. Me sentí satisfecho de
inmediato.
-
Así que realmente eres un artista. – susurró muy
despacio para mi sorpresa – Notaba en ti un aire diferente, pero no estaba
seguro de por qué, ahora creo que lo entiendo un poco. Eres diferente.
Lo miré sin saber que decir.
Claro que era diferente, no hablaba. De pronto recordé lo que me habían
pedido Tetsuya y Ken. ¿Podría Sakura irse por evitar trabajar con alguien como
yo? Sentía que sí, más aún luego de confesarle que tampoco amaba cantar. Dio un
último sorbo a la cerveza y la depositó con exageración sobre la mesa, dando un
pequeño golpe.
-
¡Mi estómago agradece esto! Pero ya debo marcharme.
– Asentí y él se puso de pie, estirándose, también lo hice para acompañarlo. Me
sentía triste y no solo por el recuerdo de la petición de los chicos ni la
preocupación de que Sakura se arrepintiera de formar parte de la banda por mi
culpa, sino que simplemente… no quería que se fuera. Yo también quería
preguntarle cosas… aunque eso fuera difícil para mí. – Creo que puedo llegar
solo a la estación, no tienes que llevarme.
Oh… no quería más de mi compañía.
-
Te has tomado demasiadas molestias por mí, cuando
vayas a Tokio te lo recompensaré. – Caminó hasta la puerta y la abrió, revisó
sus bolsillos asegurándose de si llevaba todo consigo – Ah, Hide… Puedo
llamarte Hide, ¿no?
“Hide” era como me llamaban mis pocos amigos.
Asentí.
-
Hide, gracias por todo, eres mi favorito en la
banda hasta ahora. – dijo antes de despedirse con la mano – ¡Adiós! – pestañeé.
¿Su favorito? ¿Tenía lista de favoritos para
todo? Moví la mano también despidiéndome,
entonces cerró la puerta y se acabó. Se había ido.
En cuanto el silencio invadió el espacio caí en la cuenta de que no
sentía dolor por la petición de los chicos, tampoco preocupación. Sakura no se
iría de la banda, al menos no por mí. A él, por alguna extraña razón, yo le
agradaba y eso me hizo sonreír nerviosamente. Otra vez me picaban los dedos.