jueves, 4 de abril de 2019

MATICES - Especial: El Gato Samurai



Ser el gato bonito del lugar no era tarea fácil, en ocasiones hasta mis propias bolas de pelo intentaban estrangularme. Pero nada sabía de eso el gato más grande, porque no tenía pelo.

En casa solíamos ser dos, además de mí, compartía mi hogar con Gatito Feo. Él era silencioso aunque amigable, variaba mis comidas y leía las etiquetas con cuidado. A veces cocinaba para mí. Tampoco se enfadaba cuando yo decidía que hacer popo en su habitación era más entretenido que ir hasta mi caja de arena, y además él lo limpiaba todo.

Gatito Feo tenía habilidades que yo no, era grande y sus patas podían abrir los tarros de comida, las mías no. Pero yo tenía algo que él no: pelo. Él casi no tenía pelo, y aún así, yo me preocupaba de asearlo todos los días. Lo acicalaba con mi lengua ya que él muy descuidado no lo hacía. Aunque yo fuera el gato bonito y por ello gozaba de privilegios, eso no quería decir que yo no quería a Gatito Feo, al contrario, intentaba cuidarlo como él me cuidaba a mí.

Gatito Feo me encontró de bebé, desde entonces me alimentó y me cuidó, también jugaba conmigo. Vivíamos solos y nos teníamos él uno al otro, pero por supuesto no siempre quería a mi Gatito feo. A veces me intentaba ahogar en la tina y restregaba espuma sobre mi cuerpo, otras me llevaba de paseo donde un torturador de gatos que me clavaba grandes agujas o me tocaba todo mi cuerpecito sin que yo le diera permiso.

Me enojaba muchos días con Gatito Feo después de eso.

Gatito Feo a veces llevaba otros gatitos feos a casa, ellos tampoco se acicalaban así que yo me alejaba de ellos, sobre todo cuando intentaban con sus patas sucias tocar mi bello pelaje, incluso hasta los mordía, pero entonces Gatito Feo se molestaba y me encerraba en una habitación donde por venganza yo hacía popo en todos lados.

Todo marchaba normal en nuestras vidas hasta que un día Gatito feo trajo consigo otro gato feo. Gatito Feo Dos era mucho más alto que Gatito Feo Uno, tenía el pelo color negro y también tenía un poco más de pelo que Gatito Feo Uno, sin embargo tampoco era suficiente ni lo acicalaba. Comenzaba a creer que ser feos y sucios era una raza en particular. Gatito Feo Dos era más ruidoso que Gatito Feo Uno. Me hablaba, solo que en un idioma que yo no entendía, pero me hablaba mucho. Yo intentaba responderle para que no se ofendiera aunque no estaba seguro de si me entendía.

Cosas extrañas comenzaron a suceder cuando Gatito Feo Dos comenzó a vivir en mi casa. Gatito Feo Uno comenzó a ausentarse y si no hubiera sido por el hecho de que Gatito Feo Dos me alimentaba con sus hábiles patas abre latas, yo me hubiera enfadado mucho con él por ser más amigo de Gatito Feo Uno que yo. Notaba que Gatito Feo Uno lo miraba extraño, a veces su piel sin pelo se colocaba de un color rojo muy extraño, como si se estuviera muriendo, luego noté que le pasaba seguido cuando Gatito Feo Dos estaba cerca de él.

Gatito Feo Dos llegó a usar mi habitación, pero no me molestaba mucho porque de todas formas entraba a jugar allí y me metía dentro de su maleta con ropa sin que él se enterara. El primer día que se quedó en casa jugué con su cabello y mordí sus pies mientras dormía, arrugaba el feo hocico, pero tampoco se molestaba. Entonces igual que a Gatito Feo Uno, lo bauticé como mi servidor.

Ambos comenzaron a dormir en mi cama, y como no tenían pelo necesitaban cubrirse con pieles falsas. Yo por el contrario dormía sobre ellos. Como los dos eran calientitos, estaba a gusto durmiendo con ellos, y si me daba frio solo debía meterme bajo sus pieles falsas. Al segundo día Gatito Feo Uno no podía dormirse, su piel estaba roja y calientita, por lo que me puse cerca de su rostro para entrar en calor y él se durmió. Dormí con ellos un par de horas, pero Gatito Feo Dos despertó y se levantó en medio de la madrugada. Cuando salió de la habitación decidí ir con él por si es que iba a la cocina, tal vez conseguiría un poco de comida de las ricas latas.

Observó a Gatito Feo Uno por largos minutos antes de salir de la habitación conmigo rodeándole las patas sin pelo. Iba contento bajando las escaleras con él cuando de pronto se detuvo y se sentó en ellas, lo miré a la espera de que me llevara hasta la cocina.

-           Miau – le dije para que moviera su cuerpo despelucado y me diera comida.

-           Ay Samurai… ¿Qué estoy haciendo? – lo miré confundido, Gatito Feo Dos siempre hablaba en ese idioma desagradable en donde elevaba el tono como esperando que yo respondiera, y me sentía obligado a hacerlo para que no se ofendiera.

-           Miau. - ¿Contento?

-           Le dije que me gustaba… - por un minuto se miró las patas delanteras sin pelo.
“Si… Gatito Feo, sé que son feas, pero tranquilo, que yo de todas formas los quiero a los dos.”

-           No sé qué sucederá ahora… detesto como me estoy sintiendo.

Sus ojos pequeños de gato feo estaban un poco llorosos, como cuando yo me enfermaba.
“Te enfermas por sucio”, caminé hasta él y le lavé las manos, a ver si así se sentía un poco mejor.

-           Oh, ¿Gracias?…

-           Miau – le respondí cuando nuevamente usaba ese tono esperando una respuesta.
Gato Feo levantó su otra mano para acariciarme mientras lo lavaba, aproveché de lavarle esa también. 

-           Que tierno eres peludo… Ven, te daré un poco de comida.

De pronto Gatito Feo Dos se puso de pie y caminó hasta la cocina.

“Perfecto”, pensé mientras lo veía abrir mi latita.

-           Nunca pensé que tener un gato fuera tan reconfortante… ni muchos menos que terminaría desahogándome con uno.

Comencé a comer en cuanto dejó mi platito a mi altura.

Gatito Feo Dos, al igual que Gatito Feo Uno, me cuidaban, y yo también cuidaría de ellos.





CD Data March 2009