Akane
caminaba en silencio delante de mí, y por el movimiento de su brazo hacia su
rostro supe que estaba llorando… una infinita culpa crecía en mi pecho y al
mismo tiempo la molestia de su actitud no me permitía disculparme, tampoco
creía que realmente le debía una disculpa.
-
Fui tan tonta que creí que te gustaría pasar tú
última noche aquí conmigo.
-
Cuando planeamos esta visita, no planeamos que
fuera el día anterior a mi viaje, simplemente todo fue un mal entendido.
-
¿Mal entendido? – se volteó a verme con sus ojos
rojos - ¡Estaba ahí desnuda esperándote! Claramente dispuesta… que vergüenza
siento… Y tu maldito – se acercó para golpearme en el pecho – ni siquiera te
has disculpado… - su mano en puño se afirmó a mi chaqueta y poco a poco se
acercó hasta apoyarse en mí. – eres tan idiota y ciego que no puedo entender
como aún estoy contigo.
-
Lo siento si te expuse… - le dije sinceramente con
algo de pesar luego de escuchar sus palabras. Nuestra relación había tenido de
todo como para llegar a un punto en que no supiéramos que sentíamos por el
otro. – pero estaban todos ebrios y no era un buen ambiente para mezclarte,
además… tu actitud con Hide…
-
¿Hide?
-
Si, el chico al que le escupiste toda tu falta de
madurez – ella bufó como respuesta – No podía permitirte quedarte allí luego de
cómo te comportaste. Ahora deberé pedirle una disculpa en tu nombre.
-
No deberías, ese es mi trabajo y como no me
arrepiento de nada no sucederá.
-
No te importa, porque no tendrás que compartir con
él como parte de una banda en la que recién comienzas y muy poco te importo yo,
si tampoco pensaste en que seré yo el que pague las consecuencias de tus
estupideces.
-
No seas dramático, ¿Desde cuándo importa qué piense
un travesti?
-
¡Akane! – la alejé de mi y comencé a caminar en
dirección a su casa, me hacía enojar tanto que temí escupirle demasiadas
verdades antes de llegar a su casa, aún faltaba camino por recorrer.
-
¿Por qué te importa tanto? – preguntó a mis
espaldas – vi como reaccionaste con él, ni siquiera conmigo eres así de
preocupado.
-
No hablaré contigo, detesto a la gente que
desvaloriza a alguien solo por un aspecto superficial. Espero que corrijas tu
actitud inmadura o te hagas la idea de que no te tendré siempre la misma
paciencia.
Ella no respondió, camino rápido hasta adelantarme y no volteó para
mirarme hasta que llegamos a su casa.
No
se despidió, entró así sin decir adiós.
Me
quedé allí parado con un sentimiento amargo en el pecho, sabía que a pesar de
que me costara reconocerlo, mi amor por ella ya no se respalda en su persona,
si no en el recuerdo y en las historias de lo compartido. Esperaba que aquello
cambiara con los meses, o no me perdonaría nunca romperle del todo el corazón a
la chica que me había acompañado desde siempre.
El
camino se me hizo largo y frío… sentía que estaba en un momento decisivo y no
precisamente por la banda. Despedir a Akane de mi vida se me haría una
experiencia dolorosa. Fumé varios cigarrillos antes de llegar y troté un poco
para despabilar el cuerpo algo agarrotado por no haber elongado antes de tocar la
batería.
Cuando
llegué vi a dos cuerpos en el sofá, ninguno de ellos era demasiado pequeño para
ser Hide, uno roncaba y el otro se removió cuando me escuchó cerrar la puerta.
-
¿Todo bien? – preguntó Ken-chan.
-
¿Ya murió Tetsuya?
-
Si…. Él no bebió casi nada así que debe estar
agotado por el viaje.
-
Ya veo. – comenté sin ganas de agregar nada. Me
senté en la alfombra frente a Ken y encendí un cigarro.
-
¿Me das uno? No sé donde metí los míos. – Le tendí
mi cajetilla – Oh, fumamos de los mismos. – Le sonreí con real agrado, me gustaba
la personalidad de Ken. - ¿Pelearon?
-
No… si… bueno, la verdad es que llevamos meses en
que no podemos hablar sin discutir, así que… no es nada tan terrible o fuera de
lo común.
-
Ya veo…
-
¿Y Hide? – pregunté observando a todos lados.
-
Creo que está aún en tu baño, supongo que dormirá
ahí para no compartir con nosotros.
-
¿Se llevan mal? – pregunté intrigado, no me había
dado esa percepción lo poco que había visto de ellos.
-
No, para nada, pero es un chico sensible. – comentó
con una risita que no compartí.
-
Ken-chan, ¿Por qué Hide no habla? – me miró
sorprendido, como si mi pregunta realmente le extrañara. ¿Qué nadie más le
había preguntado?
-
No lo sé, no sé la real razón, solo conozco
rumores.- se sentó en el sofá abandonando la posición de descanso que tenía –
varias veces escuché cosas de él, cuando aún estaba en la escuela, la más común
era que no hablaba desde que su verdadera madre murió y que quedó al cuidado de
la amiga de ella… Habían otros más extremos que decían que su madre murió
asesinada por el su padre, que en un ataque de furia porque su único hijo
parecía mujer los quiso matar a los dos y desde que él vio aquello nunca más
habló.
-
¿Qué? – lo miré horrorizado, ¿De dónde salieron
semejantes ideas tan bizarras y propias de una novela?
-
Lo sé, tampoco me creo ese tipo de cosas, pero sé
que la madre de Hide… no es realmente su madre. Tetsuya dice que Hide tiene una
especie de enfermedad mental, autismo, que hace que no pertenezcamos al mundo
en el cual él se comunica.
-
¿Y Tetsuya como sabe eso?
-
Se lo dijo la “madre” de Hide – indicó con los
dedos las entrecomillas al decir madre.
-
Que enredo… pero si fuera así, ¿Puede cantar?
-
No lo sé, el trastorno es poco común.
-
Pero… ¿Cómo hacen música? Realmente me cuesta
entenderlo – Ken se rió de mí.
-
Será una experiencia diferente pero espero que te
puedas acostumbrar, sobre composiciones la verdad es que Hide tiene mucho que
aportar a su manera.
-
Parece que tendré que esperar para verlo… Ustedes
se ven cercanos… o esa impresión me da.
-
Tetsuya y yo somos amigos de la escuela,
compartimos el mismo círculo de amistades y a Hide… lo aprecio. – su voz
sincera me sacó una sonrisa, pero se le escapó un bostezo.
-
Te dejaré descansar – le susurré antes de ponerme
de pie para marcharme a mi habitación. Ken se acomodó en el hombro de Tetsuya y
cerró los ojos. Apagué la luz del pasillo y caminé a oscuras hasta mi cama.
La habitación estaba a oscuras, no había ruidos y en el baño no parecía
haber nadie. Lo primero en que pensé fue en que Hide se había marchado, pero en
cuanto me senté en la cama noté que no, que estaba ahí acostado.
-
Ah mierda… - se me escapó cuando me dio un susto y
casi me caigo sobre él. - ¿Qué haces aquí? – encendí la luz y lo miré acostado
en mi cama, no se había metido bajo las cobijas, solo se había cubierto con su
propio abrigo. Me miró con ojos grandes y culpables, vi miedo en ellos – ah…
casi me da un infarto – le dije exagerando colocando una mano en mi pecho y
sentándome en la cama, intentando bajarle el perfil a mi reacción anterior. –
deberías meterte bajo las cobijas, hace frío… - se sentó en la cama y comenzó a
moverse hacia un rincón dejándome lugar. Me puse nervioso. ¿Dormiríamos juntos?
Eso no parecía extraño en Ken y Tetsuya pero habían años de amistad ahí y
además dormían en un sofá, mi cabeza se comenzó a llenar de alternativas como
dormir en el sofá o solo armarle un futón a Hide en el suelo o para mí… pero
luego recordé que ya habíamos dormido juntos.
Suspiré, ya qué.
Me
puse de pie y cerré la puerta con llave,
esperaba poder esconder la situación o al menos fingir no dormir si es
que alguien por necesitar el baño entraba y nos veía juntos. Hide me miró con
desconfianza cuando el pestillo sonó.
-
Odio cuando la gente entra sin que yo lo note… - me
excusé. – Ah, puedo pasarte algo para que duermas, espera… y metete bajo las
cobijas. – Hide se miró las manos, noté que hacía eso cuando estaba nervioso –
si no quieres dormir conmigo está bien, puedo dormir con los chicos – le
propuse sincero. Él negó con la cabeza y se apuntó así mismo con el dedo – No,
tu ya estas acomodado aquí, prefiero que te quedes. – encontré una playera con
mangas largas de color gris que usaba para dormir a veces y se la tendí.- Ponte
eso, yo ya vuelvo.
Me
metí en el baño y me di una ducha rápida. En cualquier otra circunstancia lo
hubiera considerado innecesario, pero me sentía nervioso y el sudor de la
tocata aún estaba en mi cuerpo. Nunca había compartido cama con un hombre, tal
vez para nadie tuviera algo fuera de lo común si era un amigo, pero había algo
en Hide que me despertaba cierta… ansiedad.
Me
lavé los dientes y salí del baño sintiéndome tan limpio como para comenzar un nuevo día.
Encendí
la lámpara y en silencio me metí en la cama encontrándome con Hide dormido. Llevaba
mi playera puesta y le quedaba enorme, estaba acurrucado y se veía disfrutar de
la calidez de las cobijas. Solo cuando me acomodé junto a él, a toda la
distancia de la que fui capaz me atreví a mirarlo con confianza estando seguro
de que dormía. Tenía una lágrima colgando de la nariz, me pareció extraño,
entonces noté que sus pestañas parecían húmedas. ¿Por qué lloraba?
No
pude dejar de mirarlo, parecía una niña de no más de quince años, más aún
cuando dormía, entonces en un determinado instante en que aún lo contemplaba
sin vergüenza se removió dejando ver un poco de la piel de su pecho. Solo
entonces pude notar lo delgado que era, los huesos se le escapaban de la piel,
sus costillas eran visibles desde todo su pecho…
“¿No
comerá bien?”, la pregunta me amargó.
Me
sorprendí a mi mismo de lo mucho que me preocupaba la seguridad de Hide. Sin
siquiera conocernos, estaba tomando el mismo camino que Ken-chan, estaba
comenzando a verdaderamente apreciarlo.
Cerré
los ojos y sentí frío, pero sin ser demasiado consiente me acerqué a él
intentando robar calor. Se volvió a remover y se acurrucó pegado a mi hombro,
solo entonces me dormí del todo.
Sentía
un cosquilleo mi mejilla, entonces me moví abriendo los ojos pero sin la
capacidad de analizar, y me vi pegado a una pequeña pero cálida espalda. Lo
único que atiné a hacer fue a sacarme el cabello de la cara y acomodarme más
abajo donde no hubiera cabello cerca de mi cara.
Desperté
con el sonido de un tarareo suave a lo lejos. Vi hacía la ventana, había poco
sol, me rasqué los ojos y me volví a dormir. Un pinchazo en la mejilla me
despertó del todo, quizás cuantas horas después, percatándome de que en frente
tenía a Hide cargando una bandeja con desayuno en las manos.
-
Ho… buenos días – le susurré algo avergonzado, con
la voz más ronca y probablemente la peor cara que me había visto. Me estiré con
el cuerpo agarrotado… sentía que me faltaban horas de sueño.
Hide
dejó la bandeja en mi regazo para luego salir de la habitación. El departamento
estaba completamente en silencio, solo los pasos de él se escuchaban por allí.
Observé la comida; cereal, pan tostado, frutas y un poco de té. Me parecía
liviano para ser desayuno pero no quise desvalorar su gesto.
Volvió
a aparecer llevando una bandeja de comida para él, luego se sentó en frente de
mí y se puso a comer. Se había bañado, aún tenía el cabello mojado, olía a mi
shampoo y por alguna razón eso me agradaba.
-
¿Los chicos aún duermen? – asintió. – Gracias por
el desayuno… - sonrió como respuesta – Ah, sí. Te compré algo – le dije sin
tomarle demasiada importancia, busqué en mi mesita de noche lo que compré el
día anterior y lo tendí hacía él. Su cara de sorpresa era un poema, insistí en
tenderla hasta que él la tomó con sumo cuidado, como si fuera un objeto
delicado, lo cual no era.
Era
una libreta de color negro con un cisne blanco en el medio, me pareció una
portada artística, tenía en uno de los lados un lápiz de tinta con una pluma
blanca colgando en él, pero lo más importante no era en sí la libreta, si no
para qué era:
-
La compre para que pudiésemos conversar… así podrás anotar lo que quieras decirme – lo
miré con curiosidad, no estaba seguro de que la idea le pareciese buena, tal
vez no tendría interés en darme respuestas. Me sonrió, tomó el lápiz y abrió la
liberta, en la primera página anotó la primera palabra.
-