~ Hyde
La
sensación intensa de asco me hacía respirar extraño, estaba seguro de que mis
nervios se notaban en la expresión de mi cara y Sakura me observaba con
demasiada atención, quise correr de allí de inmediato. Agaché la cabeza y me
volteé para marcharme. Iba a volver a mirar a Sakura por cuestión de reflejo
pero me contuve, tal vez mi mirada podría indicarle que algo iba mal y entonces
él preguntaría. Con la vergüenza y el asco que sentía sería incapaz de explicar
algo aunque fuera por escrito. Decidí irme, rápido.
Caminé
sin voltear hasta llegar a casa intentando calmar el temblor de mis dedos, pero
hasta dar con la llave en el picaporte fue un trabajo de diez minutos. Ya
dentro me sentí mucho mejor. Mi casa era silenciosa, como yo. Solo los pasos de
mi gato se escuchaban por allí corriendo hacía a mí, buscando sus mimos propios
de cada vez que llegaba.
Corrí
hasta la bañera quitándome la ropa con rapidez mientras el agua la llenaba y Samurái
me observaba con curiosidad. Miré mi reflejo desnudo en el espejo… evitaba
hacer aquello, pero las pocas veces en que sucedía de forma desprevenida me
quedaba allí varios minutos, odiándome por una lista de cosas que solían
repetirse. La última de ellas era la que más martillaba mi cabeza y no era
capaz de decirme a mí mismo de forma directa, ni siquiera se planteaba en mi
mente con palabras exactas, solo la sensación y la culpabilidad por ello me
hacían vomitar de vez en cuando.
Me
metí en la bañera sintiendo que me sobraba de todo; grasa, problemas,
emociones, asco. Mucho asco. Recordé la mirada de Oishi subir y bajar por mi
cuerpo, recordé sus palabras, y antes de permitirme pensarlo demasiado me hundí
buscando liberar mi mente de tanta presión.
Mamá
decía que el agua limpiaba la cabeza y el alma. Esperaba que también se llevara
todo lo que me sobraba.
Me
quedé allí con la mente en blanco y el cuerpo relajado varios minutos, tal vez
una hora o incluso dos. El agua estaba fría cuando me decidí a cambiarla para
enjuagarme el shampoo.
Dediqué
un tiempo a hacer aquellas cosas que sentía que necesitaba; lavarme los
dientes, afeitarme, me corté las puntas quemadas del cabello yo mismo, me corté
las uñas y coloqué crema en casi todo mi cuerpo. Quería sentirme limpio,
fresco… lo necesitaba.
Finalmente
elegí las prendas más grandes que tenía de ropa para sentirme más delgado,
luego bajé y me acomodé en el sofá mientras Samurái jugaba con mi cabello
mojado.
Pensé
unos segundos en mi gato. Samurai no sabía que se llamaba así, jamás había pronunciado
su nombre desde que lo adopté siendo solo un cachorro, pero él parecía feliz
conmigo y mi silencio, sus ronroneos se escuchaban muy fuerte, y a veces cuando
yo bostezaba, él también lo hacía, eso me hacía reír. Su compañía le había dado
calidez a mi vida en el último año.
Lo
acaricie un par de veces, él se acomodó cerca de mi cuello para dormir. Quise
quedarme quieto para no molestarlo, y en el intento me dormí con él.
Un
par de golpes en la puerta me despertaron. No parecía que hubiera pasado demasiado
tiempo desde que me dormí, aún había mucha luz de día.
Abrí
la puerta encontrándome a Tetsuya y Sakura allí. Sakura tenía consigo su maleta
grande. Lo miré algo confundido y somnoliento, abrí la boca casi olvidando que
no podía hablar.
-
Esto Hide… ¿Podemos pasar? – preguntó Tetsuya. Lo
observé con detalle mientras aún despertaba a medias, su pantalón de colores me
parecía extraño para sus gustos, parecía que cada vez buscaba ropa más
llamativa, tal vez una estrategia para captar más fans, no me había percatado
de ello. En cambio Sakura llevaba un jeans azul y una campera negra con un gato
dibujado en un extremo, además llevaba una gorra. Ambos se veían apenados. Los
dejé pasar cerrando la puerta detrás de ellos, mi departamento no estaba
precisamente ordenado, habían dibujos por todos lados, bocetos y panfletos que hacía
para promocionar la banda además de un par de pinturas para mis dibujos en cada
mesa. Tetsuya fue directo hasta el sofá, Sakura lo siguió observando todo a su
alrededor con curiosidad. – Bueno Hide… hace un tiempo le dije a Sakura que
podía quedarse conmigo cuando él se mudara a la ciudad pero… mi abuela enfermó
y no me resulta tan fácil tener un desconocido en casa sin que eso le moleste a
ella y a mamá. Ken-chan también está viviendo de allegado en otra casa y tú… sé
que tienes una habitación vacía… Yo… - Tetsuya mordió su labio desde el
interior, entendí sin que terminara la frase. Me sentí muy nervioso, Sakura
también era un desconocido para mí… convivir conmigo podría ser un infierno
para él o para mí.
-
No quiero incomodar, puedo buscarme otro lugar… -
interrumpió Sakura algo ansioso e incómodo, frotaba las palmas de sus manos en
sus muslos. Su rostro me pareció divertido, sus cejas parecían tristes pero aun
así sonreía. Decir que estaba apenado, era quedarse corto.
La verdad era que no debía pensarlo demasiado, me gustaba Sakura. Me
divertía observarlo, me parecía bonita su voz y además me trataba bien, parecía
interesado en mí y sabía que yo también lo estaba en él. Creí que sería buena
compañía aunque intentando ignorar un sentimiento que amenazaba con aplastarlo
todo… Me gustaba la idea de poder verlo más que los demás.
Levanté los hombros para quitarle importancia a las palabras de Sakura y
asentí en dirección a Tetsuya. Sakura pareció un poco confundido, pero Tet-chan
lo comprendió.
-
¿Entonces sí? – preguntó. Volví a asentir. – Wow….
Gracias… - dijo con algo de duda. ¿Esperaba que le dijera que no?
-
¿Sí? ¿Puedo quedarme aquí? – abrió los ojos
realmente asombrado. Asentí en su dirección. Sus ojos aún bien abiertos fueron
acompañados de una sonrisa, sentí calor en el rostro además de los ojos de
Tetsuya observando con sospecha. – Gracias… intentaré no invadir tu privacidad.
– más calor en las mejillas, me puse de pie para esconder mi rostro y fui por
un par de vasos para darle una explicación a mi innecesaria acción de salir
corriendo de allí. En la cocina respiré un par de veces, estaba nervioso,
siempre Sakura tenía ese efecto en mí… de pronto las dudas llegaron.
¿Y si luego de convivir conmigo termina odiándome? ¿Y si se aburre de
intentar entenderme? ¿Y si yo termino odiándolo? De pronto vivir con un
desconocido no me pareció tan buena idea…
-
Hey… - Tetsuya se acercó hasta mí – Oh, viniste por
algo de beber… esto, ¿Estás bien? Te veo un poco nervioso – lo miré con los
ojos bien abiertos, no sabía que responder… más bien qué indicar de respuesta.
- ¿De verdad quieres que Sakura se quede aquí? Está bien si dices que no,
podemos buscarle entre todos un departamento. – moví la cabeza en un claro
“no”, ya le había dado mi palabra a Sakura y quería cumplirla.
Llevé
los dos vasos con jugo hasta la habitación en donde esperaba Sakura, Tetsuya me
siguió. Les ofrecí los vasos sentándome ahora con las mejillas de color piel y
no rubí aunque no me sentía precisamente más tranquilo.
Por
alguna razón Tet-chan se mantuvo callado, parecía pensativo y yo evite mirar a
Sakura cuando sentí los ojos sospechosos de Tetsuya observándome más de la
cuenta. No quería que nadie se enterara de mi pequeña fascinación por Sakura.
-
Bueno… creo que todos estamos muy cansados, el
viaje de ayer, el viaje de hoy, la búsqueda de un lugar para Sakura y
demasiadas emociones en la oficina, ¿no? – preguntó de forma insinuante, lo
miré nervioso. ¿El sabía lo que me había propuesto Oishi? Quería creer que no.
– Así que marcharé a casa, necesito dormir y dormir y tal vez seguir durmiendo
hasta que debamos ir al estudio. – le sonreí, Sakura también lo hizo. Se puso
de pie y se fue sin decir ni una sola palabra más. Lo sentí raro, sospechoso,
con demasiado en la cabeza, y por alguna extraña razón, me sentí culpable por
ello.
Con Sakura nos quedamos en silencio… poco a poco los nervios volvieron a
mí. Tomé un lápiz que tenía en el escritorio y escribí en una servilleta:
“Iré
a preparar tu habitación.”
-
Oh, ¿no quieres que te ayude? Tampoco soy visita,
seré allegado, ayudaré con las cuentas, puedo cocinar y… ayudaré en todo lo que
pueda – aseguró. Le sonreí y escribí por el otro lado de la servilleta.
“¿Puedes
alimentar a Samurái mientras preparo tu habitación? Su lata de comida está en
la alacena”
-
Sí, claro que sí. –se puso de pie tomando a Samurái
en brazos. Lo miré con sorpresa, yo jamás lo tomaba pero samurái se veía cómodo
en los brazos de Sakura. – Ven amigo – le dijo al gato – Vamos por tu festín.
Sonreí
con ganas, si a Samurái le gustaba Sakura y a Sakura le gustaba Samurái, todos
podríamos vivir felices juntos.
Subí
al segundo piso observando la habitación extra, realmente jamás nadie la había
usado, por suerte la había amueblado por si mamá quería visitarme, pero jamás
lo había hecho y tanto la cama, como el escritorio y el sofá pequeño que había
en la habitación estaban intactos desde que los compré. Lo que Sakura no
tendría sería un mueble para su ropa… por lo que deberíamos comprar uno. Me
moví rápido cambiando sábanas, cortinas, limpiando el polvo de la habitación…
habían juguetes de Samurái por todos lados, y es que él solía pasar mucho
tiempo allí. Sumé colchas a su cama, había aprendido que Sakura sentía frío con
facilidad. Finalmente quité una de las lámparas de mis escritorios para
colocarla en el suyo. La habitación se veía decente, era del mismo tamaño que
la mía.
“Tal
vez hasta podríamos instalar la batería aquí sin problemas”, pensé al mismo
tiempo en que imaginé a los vecinos reclamando por el constante ruido. “O tal
vez no”.
Bajé
hasta la cocina para indicarle a Sakura que estaba todo listo llevando mi libreta
de conversaciones conmigo. Para mi sorpresa lo encontré hablando con Samurái de
forma amistosa mientras este último comía feliz.
-
… era un gato tres veces más gordo que tú, aunque
no tenía tanto pelo, pero se veía su odio por la humanidad en sus ojos. Intenté
tocarlo pero me atacó. Creo que los animales dicen muchos de sus dueños… no
quiero pensar cómo será la familia de Tetsuya entonces… - me reí cuando terminé de escucharlo. Se volteó
con sorpresa – Ey espía, ¿de qué te ríes? – le indiqué con la mano que me
acompañara. – Amigo, nos olemos las colas pronto. – le dijo al gato antes de
pararse para seguirme. No pude evitar sentirme feliz por su actitud con Samurái.
Me
siguió los pasos hasta el segundo piso y abrí la puerta de su habitación. Se quedé
en silencio mirando las cosas a su alrededor.
-
Todo parece nuevo… - comentó – ¡Qué escritorio tan
grande! Son como los que usas tú para dibujar, en mi vida he tenido de esos…
Escribí:
“Mañana debemos ir de compras, hay que buscar algún mueble en donde puedas
poner tu ropa.”
Lo
leyó inclinando su cabeza hacía un lado, mi estómago se apretó. Me gustaba
mucho cuando hacía eso.
-
No te preocupes tanto Hide, puedo solo dejar mi
ropa en la maleta mientras esté aquí. – lo miré dudoso y negué con la cabeza.
Escribí:
“Iremos
de compras, y me invitarás a comer.”
Levantó
una ceja cuando leyó lo último.
-
Tengo la impresión de que tendré el mismo rol que Samurái
en esta casa… - lo miré curioso – El de un esclavo. – entrecerré los ojos mirándolo,
fingiendo molestia – Él ya me lo contó todo; dice que lo utilizas para darte
compañía y que solo le das comida si te da mimos. – lo miré sorprendido de
verdad, todo lo que había dicho era cierto… Una pregunta estúpida apareció en
mi cabeza y no pude evitar escribirla.
“¿De
verdad hablas con los animales?”
Él
la leyó y me miró con los ojos bien abiertos.
-
Claro que no, era solo una broma… - abrí la boca
con desilusión. Si había gente que aseguraba hablar con los fantasmas, ¿por qué
no podía haber gente que hablara con animales? – Vaya… realmente eres muy
ingenuo Hide… - dijo en tono de crítica y me dolió. Supe que se dio cuenta cuando
su dedo pinchó mi estómago haciéndome saltar a la defensiva por las cosquillas.
– No te enojes, es que realmente me cuesta creer que exista alguien como tú. –
susurró bajito en tono sincero. Otra vez las mejillas se me acaloraron. Debí
correr, no hubo tiempo para excusas, pero debía correr si quería salir con algo
de mi dignidad de esa habitación.