~ Sakura
En muchos momentos
de mi vida, me enfrenté a los recuerdos que gatillaban una profunda angustia en
mí.
Aquella
imagen de los ojos heridos de él cuando buscaba alejarlo de mí… siempre volvía
a mi cabeza. Fueron muchos años de esfuerzos y distracciones los que me
llevaron a despejar un poco mi mente de aquella constante tortura del recuerdo
de alejar a una persona a quien quieres a un nivel que te consume a ti mismo.
Hoy, después
de todos esos momentos, de todos esos años, de toda aquella lucha, aquellos
ojos heridos solo aparecían en mis sueños.
Llevaba
mucho tiempo sin aquellas noches de insomnio que me torturaban de arrepentimiento.
Las
situaciones que me llevaron a separar mi vida de la de Hyde, son difíciles de
precisar, incluso fue difícil para mí mismo tener consciencia de aquello y
claridad de que decisiones tomar.
Cuando se enfrenta a una gran desesperación como efecto de un descontento
que te pudre hasta la médula, el cual no puedes solucionar sin arruinar la vida
de personas a quienes aprecias, se busca adormecer un poco la vida y si eres
débil, aquello te consume por completo.
Y aquello avanza, se explaya, alcanza niveles inimaginables, ya no se
conforma con consumir tu vida, tus sentimientos, tus pensamientos y tu
dignidad… consume la vida de quienes te rodean, sus sentimientos, sus
pensamientos y a veces, si aquella persona te ama más que a sí mismo, también entrega
su dignidad. Cuando la situación se
descontrola y te explota en la cara, todos, absolutamente todos salen heridos.
Aquello lo aprendí, dolorosamente me enfrenté a las consecuencias y me vi
obligado a aislarme sin poder ayudar a mis preciados amigos, mientras estos
recogían los trozos de lo que fue nuestra amistad y nuestra banda.
Durante nuestros comienzos, la banda significó la consolidación de una
familia de talentos, de una amistad profunda, de trabajo persistente, grandes momentos felices, muchas
conversaciones sobre la vida y sus mil significados; y por sobre todo, la
culminación de una calidad musical que nos alimento y nos permitió sentir una
conformidad temporal con nuestras metas. Pero aquello no duró demasiado, en el
proceso, la banda creció aislándose de los objetivos que yo tenía propuestos en
la música y mi descontento no hizo nada más que aumentar hasta hacerse
completamente notorio. Cuando mi desmotivación no podía ser más grande, recurrí
al aturdimiento mediante sustancias y tras perderme en ellas, tuve momentos de
locura tan incontrolados que sé que asuste en incontable ocasiones a quien más
amaba.
Mis creencias en aquellos tiempos eran drásticas y todo aquello que
necesitaba estaba enfocado en ellas, en establecer mis gustos y preferencias
como motor de mi vida y, entre todo el tumulto de sucesos me enamoré de quien
menos lo esperaba. Me reproché en reiteradas ocasiones aquello, pero nunca fui
capaz de negarme el hecho de que lo quería tanto, lo atesoraba como nunca
atesoré a nadie y en mis intentos de serle fiel a mis inmaduras creencias de
aquellos tiempos, lo herí una y otra, y otra vez.
Cuando pude ver aquello, cuando todo explotó, cuando me aleje y lo
reflexione, lo vi claramente… su vida debía continuar sin mí, y pese a todos mis
dolores y mis anhelos de él, lo alejé, dañándolo nuevamente en el camino. Recordaba sus ojos en reiterados momentos,
sus ojos entreabiertos al besar, sus ojos al dormir, sus miradas significativas
al decir que me quería, sus ojos al llorar, sus ojos cuando se enfadaba, sus
miradas al hacer berrinches infantiles, sus ojos al reír… de todos aquellos
recuerdos, el más presente eran sus ojos dolidos cuando me suplicaba que lo
volviera a querer, cuando yo le mentía de la peor manera posible, intentando
convencerlo de que no habían sentimientos en mí para él, cuando en aquellos
tiempos, mis noches sólo las protagonizaban mis anhelos de sus abrazos al
dormir. Fueron años de trabajo persistente, para superar mis propias acciones,
años en los cuales mi vida se ordenó y cuando todo estaba bajo control y
aquello solo era un recuerdo que aparecía en un sueño cada muchas noches, el
volvió a mí.
Despedí a
Michelle levantando mi mano desde la distancia de la cama sin siquiera mirarla,
sus viajes de negocios me irritaban,
odiaba estar 24 horas sin ella, y ella lo sabía. No dijo nada para no
incentivar una posible discusión a pocos minutos de que su taxi llegara a
buscarla. Solo se fue, sin decir adiós.
Continué en
la cama hasta altas horas de la tarde, hasta que me decidí por realizar las
labores del hogar en su ausencia. Limpié
la cocina y me dispuse a ordenar las habitaciones, pero cuando iba de camino,
al cruzar el pasillo, el teléfono sonó.
-
¿Sí? - pregunté con un tono aburrido al levantar la
bocina del teléfono, esperé la respuesta de quien llamara, pero sólo se escucho
un incomodo silencio.- ¿Si? ¿Hay alguien ahí? – Me senté en el sofá de
junto extrañado por el hecho de que fuera una broma telefónica, pero entonces
algo se escucho, parecía un sollozo.
-
Yaa-chan… - Al reconocer
su voz en el primer instante, sentí como si hubiera recibido una violenta
patada en el estomago.
Su voz…
aquella voz era de él… habían pasado años desde la última vez que le había
escuchado hablar, muchos más desde la última vez que me había llamado por aquel
nombre.
Hide… algo
en mi pecho se sintió pesar.
Las
reacciones físicas por el asombro no me dejaron hablar, por lo que mi respuesta
fue de un silencio que duro al menos 15 segundos, antes de que me dispusiera a
decir algo.
-
Hide… - balbuceé.- ¿Ocurre algo? ¿Estás bien? – Mi mente comenzó
a funcionar a toda prisa pensando en las posibilidades del por qué él me
llamaba después de tantos años, lo contrario a mi corazón que pareció haberse
detenido desde que escuchó el tono de su
voz.
-
Yaa-chan yo… estoy bien…
- ¿Qué? ¿Cómo podía decir eso en semejante tono de angustia? – Yo…
-
¿Hideto donde estas? –
Le pregunté, queriendo reaccionar rápido, si me llamaba, necesitaba algo, si
aquello era tan importante como para hacerlo hablar en semejante tono de
angustia, debía reaccionar rápido para calmar aquel dolor palpable desde la
línea telefónica.
-
En las escaleras al templo Kurosawa… pero…
-
Bien, iré hacia allá,
espérame. – Esperé un par de segundos
antes de colgar la llamada, él no dijo nada por lo que considere que lo más
probable era que él quisiera que yo fuera a él, o tal vez… lo necesitaba.
Por un par
de años y tal vez más que eso, Hide insistió en comunicarse conmigo, pero yo
siempre me rehusaba. Había decidido expulsarlo
de mi vida, y tenerlo a pedazos de vez en cuando seria como arrancar poco a
poco cada vez más de mí. Había sufrido infinidades por dejarle ir, para que
hiciera su carrera sin mí causándole problemas, me había perdido a mi mismo en
su ausencia y luego de dejarme perder en el alcohol por muchos años, Michelle
me recogió como a un perro callejero al que cuidó y ahora la amaba con
devoción. Pero como asumo que sucede con todo perro, el amor por el primer amo siempre
condiciona la entrega por alguien más.
En mi
combate por la superación de Hide, me negué a verlo por televisión, me retiraba
de cualquier lugar en donde se oyera su música y evitaba a toda costa hablar
sobre él. El era mi punto débil.
Aun hoy, mis
sentimientos por Hide estaban mezclados con mis viejos pesares oscuros, mis
miedos de aquella época en que no me permitía surgir del dolor y mi rabia e
impotencia por todo lo ocurrido al salir de la que fue mi banda. Todo aquello
parecía estar guardado en el mismo cajón bajo la misma llave, pero parecía que
los recuerdos de Hide se escabullían por entre los espacios y volvían
nuevamente a mí, sacudiendo mi remordimiento con cada matiz de su personalidad.
En los
primeros años sin él, me había prometido a mi mismo evitar todo encuentro,
evitar la recaída, incluso evitaba a toda costa pensar en él… sólo al
transcurrir los años y a medida que mi relación con Michelle se consolidó, me
permití preguntarme a mí mismo sobre que quedaba de mis sentimientos por él.
Pero la respuesta siempre fue de difícil acceso y debido a la enormidad con que
mis anhelos se mostraban cuando le recordaba, decidí ignorar todo con tal de
distraerme hasta que los sentimientos disminuyeran a tal grado que se hicieran
invisibles.
Pero no
estaba seguro de que aquello hubiera funcionado.
Sus ojos aún
en mis sueños, producían algo en mí, aunque no quisiera admitir que era más que
remordimiento, estaba consciente de que gran parte de mi sentido protector aun
se hacía presente con su presencia, su nombre y en este caso… su voz.
¿De qué
manera iba a actuar cuando lo tuviera en frente? ¿Qué iba a decir? Comencé a
sentirme nervioso a medida en que mi auto comenzaba a marchar en su búsqueda.
Durante el
camino mantuve mi mente en pensamientos más sanos, evitando la crisis propia,
me enfoqué en las razones que podrían haber hecho que Hide me llamara de
aquella manera… definitivamente con los años no había hecho amigos a quienes
recurrir.
Al llegar al
parque posterior al templo, detuve mi auto y me aproximé por las escaleras, el
templo constaba con 3 escaleras de acceso y tendría que buscar a Hide por todas
ellas.
Mientras
caminaba en su búsqueda un sentimiento de necesidad comenzó a surgir de mi, mi
instinto me decía que debía encontrarlo rápido, que él no estaba bien, sentí
todo mi cuerpo reaccionar ante un llamado de Hide, casi de manera
esquizofrénica podría decir que escuchaba sus llamados en mi mente. Comencé a
correr en su búsqueda, hasta que en la última de las escaleras encontré dos
muchachas gritando frente a un bulto pequeño.
“Hide”.
Lo reconocí
de inmediato.
Corrí hacia
él e ignorando a ambas chicas, tomé su cabeza entre mis manos.
-
¿Hide? ¿Hide? ¿Estás
bien? ¿Hide? ¡Despierta! – Hide parecía desmayado. - ¿Qué fue lo que le
ocurrió? – pregunté a las chicas.
-
No lo sabemos, él se
arrastro aquí desde el teléfono público y luego simplemente se acomodo y
parecía dormir… – La chica estaba nerviosa, preocupada y tenía una mirada
curiosa, probablemente nos habría reconocido a ambos.
Tomé el
pequeño cuerpo de Hide en brazos y sin decirles ni una sola palabra a las
chicas, me lo llevé a mi auto.
Lo acomodé
en el asiento y buscando escapar rápidamente de allí conduje hasta mi
casa. ¿Qué demonios sucedió? Hice todo
lo posible por mantener mi mente en blanco durante el camino a casa, al llegar
lo cargué y lo arrastré directamente hacia mi cama, recostándolo con cuidado,
evitando los roces innecesarios.
Fue tan sólo
allí que me permití pensar un poco en todo.
Observé su
rostro unos instantes… sus pómulos finos, sus labios perfectos, aquel rostro por el que cualquier mujer
vendería el alma, aquel cuerpo pequeño que pedía protección… contemplé sus
manos que parecían estar algo rojas, las toqué y note lo frío que estaba… luego
de unos momentos de indecisión me acerqué a quitarle la ropa para abrirgarlo
con una pijama más cálida.
Cuidadosamente
quité sus zapatos, sus calcetines, sus pantalones, su chaqueta y finalmente su
playera, mis manos nerviosas temblaban y continuamente evitaba a toda costa
tocar de más… sentía mi cuerpo reaccionar de manera extraña al tacto con su
piel.
Busqué una
pijama abrigada y lo vestí. Reí por lo grande que parecía quedarle, pero al menos así estaría más cálido.
Me acosté
junto a él unos minutos casi por inercia. Y lo contemplé.
A pesar de
estar dormido, sus gestos no parecían estar relajados, su expresión era de
preocupación, dolor, angustia. Por un
leve momento su labio tembló, luego se hizo hacia un lado para acomodarse y
continuar durmiendo.
Aquello me
despreocupó un poco, debía dejarlo descansar.
Me coloqué
de píe dejándolo allí dormido y aunque me costó alejarme de él, debía hacerlo
si no quería actuar de alguna manera impulsiva mientras lo observaba dormir,
como en aquellos años…
Mi reacción
era extraña, podía sentir mi nerviosismo en mis manos que temblaban a ratos por
la cercanía después de tantos años.
“Oh vamos
Yasunori Sakurazawa, no debes permitirte caer otra vez” me dije a mi mismo,
definitivamente no debía permitírmelo. Debía controlarme.
Me serví una
taza de té para relajarme un poco al sentir el calor cayendo por mi garganta,
necesitaba pensar…
Tenía a Hyde
en mi departamento, en mi casa, en mi
cama.
Algo había
sucedido, pero a pesar de estar afectado, físicamente parecía estar bien. Pero de todas formas
estaba preocupado… ¿Qué ocurrió? ¿Quién lo dañó así?
Me pregunté
a mi mismo qué haría por él… ayudarlo es algo que ni siquiera era dudable… no
podía negarle ayuda, menos aun si lo había visto así… pero ¿Qué estaría
dispuesto a hacer para ayudarlo?
Sin darme
cuenta mis dudas cambiaron, y comencé a preguntarme otro tipo de cosas…
preguntas que llevaba años evitando.
¿Qué
sucedería si volviera a enamorarme de Hyde? Aquello era tan fácil como
respirar, debía colocar todas mis fuerzas en no caer ante el impulso que me habían
provocado sus labios cuando lo observé dormir.
Me torturaba
pensar en la posibilidad de dañar de alguna forma a Michelle por tener a Hyde
en nuestra cama, pero ¿Qué podía hacer?
Tenía tantas ganas de protegerlo de la forma que fuera posible, como
tenía ganas de evitarle un mal rato a Michelle.
Tal vez si
estaría dispuesto a hacer más de lo lógico por Hyde.
Definitivamente me enfrentaba al momento
exacto en que mi pasado tocaba mi presente.
Escuché un
sollozo a la distancia.
Me puse de
pie y caminé a la habitación para corroborar si Hide había despertado.
Cuando entré,
su pequeño cuerpo estaba en posición fetal, con ambas manos presionando su
pecho como si algo le doliera… ¿estaba enfermo? La imagen me parecía brutal,
era realmente como verle la cara a la angustia.
-
Hide… - susurré mientras
me sentaba en la cama, fue tan sólo allí que noté que él estaba dormido y lloraba
en sueños. – Hide… - intenté
despertarlo… él se removió. Se medio
sentó en la cama y las lagrimas comenzaron a brotar… verlo así dolía. “Mi
pequeño… ¿Qué te han hecho?” me pregunté a mismo… - Hide me estas asustando…
¿Qué fue lo que ocurrió?
Hide se quedó quieto observando con la mirada en la nada y sus lágrimas
comenzaron a caer.
Los sollozos sacudieron sus delgados hombros mientras yo le rodeaba con un
brazo dudoso la espalda y así reconfortarlo un poco con un medio abrazo.
Evité pensar en lo que me producía
tocarlo de aquella forma, no quería ser egoísta y encerrarme en mis
pensamientos cuando mi atención estaba enfocada en su angustia.
Sin siquiera pensar y yo sabía que
aquello era cierto, volteó su cuerpo
para abrazarme en un fuerte y necesitado abrazo. Entonces se sacudió más fuerte con sollozos, y
yo rodeé su cintura y lo abracé fuerte contra mí.
“Aquí estoy” pensé.
“Aquí estoy”… dijo mi mente queriendo con todas mis intenciones
reconfortarlo como me fuera posible.
~ Hyde
No importaba cuanto me abrigaran las cobijas
de la cama el frío venia desde mi interior, sentía congelado el corazón.
“Imposible, no me lo creo, no me permito
creer si quiera que esto esté pasando.” Me repetía incansablemente, no lo
comprendía, no lógraba procesar, asumir o digerir si quiera. ¿Qué había pasado?
En mi ausencia Kaz tuvo que haberse dado
cuenta de que ya no me amaba. No podía haber ocurrido otra cosa, ya no me
amaba, ya no lo suficiente para poder mantener sus promesas por lo menos. No
esperó por mí. No me seguirá amando. El ya no estará conmigo.
No era posible que nuevamente me viera
enfrentado a su ausencia, pero esta vez era diferente porque podía oler el
final de mi historia con Kaz acercarse cada vez más. Y sentir aquello me dolía
hasta el aturdimiento.
¿Qué hice esta vez? ¿Qué hay de malo en mí? ¿Por
qué no soy suficiente para él?
Me deje romper por la ola de dolor que
arremetía una y otra vez, sentí mis lagrimas resbalar sin parar por mis
mejillas.
-
Hide…- me llamó Sakura, que estaba a los pies de la cama en la que
él me había recostado.- Hide me estas asustando… ¿Qué fue lo que ocurrió?
Yo no respondí. ¿Qué le diría?
Aun continuaba llorando, no podía controlarme
y cuando menos lo esperaba, Sakura se acerco y con un brazo rodeo mi espalda, y
sin pensarlo, me arrojé hacía el, abrazándolo, necesitaba ese maldito abrazo.
Lo abracé fuerte y como parte de un momento
de desahogo por la muestra de afecto comencé a llorar más y más fuerte,
entonces Sakura rodeó mi cintura con sus brazos y me sentó en sus piernas,
colocándome de la manera sobre protectora que mi memoria recordaba tan bien.
Llevaba años sin ver el rostro de Sakura y siempre
añoré decirle en su cara que no se preocupara por mí, que yo estaba bien, que
había superado el dolor de su falta y todo lo que vino después, sin embargo ahí
estaba viendo su rostro por primera vez en años y yo estaba destruido, quebrado
y completamente perdido en mi propio dolor. Y ni siquiera podía explicarle el
porqué, yo tampoco comprendía que había hecho mal para que Kaz me dejara de
amar.
-
Me suplicaste que fuera por ti, te encontré desmayado, no has
parado de llorar desde que te despertaste… dime algo Hide… déjame ayudarte, me
llamaste y aquí estoy.- Dijo en voz baja y cálida, podía notar que estaba
pensando bien en que decir. El rompió su abrazo lentamente y acomodó su rostro
muy cerca del mío, mirándome con precaución, temía acercarse demasiado, temía
como yo tomara su cercanía. Pero en unos segundos su mirada pareció decidirse y
dejo la duda, entonces acaricio mis mejillas, limpiando mis lágrimas y luego
acarició mi cabello. Un gesto muy propio de él en el pasado. – Estás a salvo…
no te preocupes. – susurró tratando de brindarme consuelo.
¿A salvo?
En ningún lugar del mundo estaré a salvo de
mi necesidad por Kaz. Ni siquiera en aquella cama en que por tantos años anhelé
estar.
No quería que Sakura tocara mi cabello, quería que fuera la mano
de Kaz la que acariciara y consolara mi angustia. Pero había acudido a Sakura,
porque era la única persona en el mundo que me había visto así de afectado,
pero esta vez no era por él.
-
Ven, abrázame, si necesitas llorar puedes hacerlo. – susurró
recostado cerca de mí. No lo pensé demasiado, quería permitirme llorar y
recibir consuelo, en vez de ahogarme en llanto y angustia en mi soledad.
Abracé a Sakura y comencé a inundar mi mente
con todo aquello que dolía, para dejarlo ir.
Kaz me había dejado. Kaz ya no me amaba lo
suficiente para soportar estar conmigo. Kaz no estaría más… nunca más… para mí.
Kaz…
No estoy seguro de cuantas horas estuve allí
llorando, lo único que sé es que una crisis de pánico como la que tuve mientras
esperaba a Sakura, me llevó de un fuerte desmayo a un sueño liberador.
No quería despertar jamás.
~ Kaz
No lograba concentrarme en la música, odiaba
la voz de la chica que cantaba desde el otro lado de la cabina, odiaba la voz
de todos quienes me rodeaban, odiaba lo que me rodeaba, me odiaba a mí, a mi
personalidad, a mi mente, a mi cuerpo, mi piel, estaba furioso conmigo mismo
aunque intentaba aparentar lo contrario.
Había estado enojado conmigo desde que Hyde
se había marchado y aquello solo había crecido y solidificado hasta convertirse
en un cuchillo clavándose cada vez más en mis entrañas.
Pero el nivel de furia ahora era peor.
Me había convencido, como un método de escape
a la angustia de su falta, que lo mejor era dejarle ir… dejar que Hyde se
marchará de mi vida, con alguien mejor,
con alguien que pudiera amarlo de una forma sana, que le permitiera volar sin
cuestionar la dirección de sus alas. Yo no estaba capacitado para ser aquella
persona, me había convertido en un idiota que tras sentirse inferior a quienes
le rodeaban a Hyde, había acudido a otros brazos, a otro cuerpo, a otro aliento
al cual besar, intentando consolar así, el vacío de Hyde. Además… lo había
apartado.
Me había atrevido a ser el imbécil más
grande, y alejarlo de una vez por todas.
Lo había acordado conmigo mismo, había
ensayado cada palabra, había medido sus posibles reacciones y cuestionado sus
posibles respuestas. Había pensado en todo, pero había ignorado mis
sentimientos en el trascurso del suceso.
Había olvidado que su presencia me convertía
vulnerable, y haberle escondido mis ojos cuando me pedía amor a gritos... había dolido, nunca olvidaría jamás cuánto había dolido.
Ahora estaba seguro de que Hyde merecía
alguien mucho mejor que yo, alguien que se atreviera a decirle de frente sus
razones para huir, no un cobarde que se esconde tras malas palabras y malos
tratos para justificar su falta de valentía para admitir sentimientos reales.
Estaba cada vez más claro que debía dejarle
ir…
Pero ¿Qué sería de mí sin él? ¿Cómo continuar….?
¿Cuánto podría fingir con Mika?
Mi cuerpo anheló como
nunca un abrazo, de un pequeño cuerpo que cada vez se alejaba más de mí.