viernes, 24 de enero de 2020

One Shot: Irrepetible

Sakura



Viajé hasta aquella ciudad tras las constantes insistencias de un chico que me pedía unirme a su banda. No los conocía, no sabía nada de ellos ni me causaban mayor interés, sin embargo llegué un día antes de lo programado para conocerlos y escucharlos. No les avisé, por lo que estaba solo en aquel simple hostal, la anciana encargada del lugar me recomendó un par de lugares para visitar o simplemente salir a conocer, y aunque ya era tarde preferí salir.

Tenía una idea en mente aprovechando que estaba en una ciudad lejana en donde nadie me conocía; llevaba años negando algo que cada vez estaba más claro para mí, siempre había tenido mis dudas, pero quería confirmarlo. Más bien, lo necesitaba. Había tenido novias con las que tenía sexo, amigas, conocidas y desconocidas con las que también me acostaba, pero todo se resumía a eso; sexo. Ni tan glorioso ni tan sorprendente. Aunque si las había escuchado a ellas opinar bien al respecto, siempre evité decirles que me era monótono para evitar daños colaterales. Simplemente no me causaban el interés suficiente como para querer dedicarles demasiado de mi tiempo. Y con aquellas brazas de pensamientos aún quemándose en mi cabeza llenando de humo todo, me impulsé a que era el momento perfecto para accionar, necesitaba buscar ese alguien que me quitara todas las dudas sobre mi sexualidad.

Caminé por varias calles buscando el lugar perfecto, y aunque no tenía definido qué era lo que buscaba, si tenía claro lo que no buscaba, por lo esquivé los bares y antros con puertas cerradas, evitando alguna experiencia aventurera que me espantara y me hiciera volver a la hostal traumatizado. Sabía que si buscaba atreverme a dar un paso a una nueva experiencia debía buscar un lugar en donde pareciera que estuviera alguien que me podría gustar y no alguna ranciedad dispuesto a pegarse o cobrarle a cualquiera. Quería encontrar a alguien que me despejara las habituales dudas: ¿Atracción o admiración? ¿Me gusta realmente o quiero ser como él? Preguntas que me habían hartado por la cantidad de veces en que no había podido responderlas con la firmeza necesaria para convencerme.

En cuanto pasé fuera de uno que me pareció con buena pinta, noté un chico que me miraba de manera extraña desde el pasillo de la entrada. Me causó rechazo y terminé huyendo antes de entrar. 

Taché de mi lista las entradas con pasillos largos.

Llegué a un local iluminado, desde fuera se veía una barra y el típico casillero para guardar pertenencias, me pareció seguro y entré con las manos en los bolsillos intentando pasar desapercibido. Pero ni mi altura ni mi manera de caminar ayudaron, la misma chica del vestidor me guiño el ojo. Para mi sorpresa el ambiente era agradable, había más mujeres que hombres, pero el lugar y sus colores prometían diversidad. No me incomodó estar solo en la barra ni era el único solo en ella, pero para mi desilusión, por más que observé las caras de los hombres que me rodeaban e incluso los que estaban más lejos, nadie despertaba atracción en mí. No pensaba esperar a que me sirvieran de la barra el trago que había pedido, me iba a ir, hasta que en cuanto me puse de pie lo vi entrar... Era bajo de estatura, llevaba una camisa blanca y unos jeans ajustados, traía en su mano la llave del casillero, y con la otra se sujetaba el largo cabello detrás del rostro. Era femenino a simple vista pero no parecía serlo de actitud, lo miré fijamente mientras junto a otro chico de cabello corto se acomodaban en el otro extremo de la barra. 

Ya lo tenía. ¿Era admiración o deseo? Lo averiguaría.

Mi pedido llegó y fui consciente de lo lento que lo bebí, no había comido desde temprano y no podía permitirme emborracharme y perder la oportunidad. El chico se puso de pie pasando por mi lado, me miró como se mira a cualquiera sin percatarse realmente de mí, y luego volvió a dirigir la mirada de forma más analítica. Me observó de pies a cabeza, pero escapó de mis ojos en cuanto nuestras miradas se toparon nuevamente. Pareció… intimidado.

 Pasó un largo rato en que lo vi saludar más gente, al parecer era conocido en el lugar. Permaneció con el mismo chico de cabello corto negro, entonces decidí acercarme, pedí una cerveza y me senté junto a ellos escondiéndome, aunque sabía que ya me había notado cerca como un acechador. Podía escucharlo:

-          Es triste pensar en que esta es la despedida… muchas gracias Pero, fueron buenos años – le sonrió al pelinegro, que parecía algo avergonzado e hicieron un brindis. Decidí alejarme para evitar asustarlo demás, y aunque busqué otra persona que me fuera atractiva, la verdad nadie se le comparaba.

Desde el segundo piso lo miré notando que buscaba a alguien con la mirada, no creí que fuera a mí hasta que aparecí en su campo visual y avergonzado volvió a escapar de mis ojos. Mi esperanza apareció, no le era indiferente.

Transcurrió un largo rato en que aburrido di vueltas por el lugar, había pasado tanto caminando a su alrededor que me resultaba extremadamente antinatural acercarme a él, por lo que decidí que mejor me marchaba al hostal, de todas maneras tenía hambre y con el malhumor que eso me brindaba me rendí. Antes de marcharme le dirigí una última mirada que por casualidad coincidió con una suya en mi dirección, y fue como si hubiera comprendido que me marchaba, porque se puso de pie sin pensar y caminó hasta los casilleros que estaban junto a la puerta, precisamente donde yo iba. Durante todo el transcurso en que caminamos hasta allí nos miramos.

En cuanto llegué al casillero dudé de si hablarle o no, pero no tuve que esforzarme demasiado porque torpemente un par de monedas cayeron del bolsillo de su chaqueta cuando la tomó del casillero. Las recogí.

-          Dicen que es de mala suerte tirar el dinero – dije estúpidamente. Sus ojos me analizaron nuevamente, pero esta vez no bajó la mirada de mi rostro.

-          También dicen que no se pueden confiar en la gente supersticiosa.

-          ¿Ah sí? ¿Qué tienen? ¿Pactos con demonios? – se rió, creo que pensó en una respuesta pero no se atrevió a decirla. A pesar de ser notoriamente atractivo probablemente para cualquiera, sus gestos eran tímidos, hasta parecía un poco nervioso. Luego recordé que yo llevaba horas acechándolo y no debí darle demasiadas vueltas al por qué.

-          No te había visto por aquí – se colocó la chaqueta que realmente no le cubría demasiado, dejaba su cuello expuesto con aquella camisa sin botones altos. Su pecho lucía su delgadez.

-          Soy de Tokio, es primera vez que vengo.

-          Ah… ya veo. ¿Ya te ibas?

-          Sí… me dio hambre – admití sin vergüenza. Se rió y levantó las cejas un poco impresionado por mi sinceridad.

-          No te vayas aún, en media hora este lugar se pone mejor.

-          ¿Ah, sí? – no sé qué vio en mí que lo hizo morderse el labio con cierta actitud coqueta que me descolocó y me sacudió las dudas. La respuesta que más temía comenzó a tener más fuerza.

-          Te invito un aperitivo si te quedas – su propuesta me hizo sonreír. Concluí que también le gusté, no tenía razones para ser amable hasta ese extremo.

-          Entonces me quedo – intenté darle mi mejor sonrisa, pero bajó la vista con el ceño fruncido. No supe como tomar aquello - ¿Dije algo?

-          No… es solo que… tienes una mirada muy… potente.

-          Potente… - repetí mientras pensaba en lo que había dicho- ¿En qué sentido? – caminé junto a él hacía la barra. No nos topamos con nadie de camino, por lo que pude mirarlo mientras le preguntaba.

-          Entregan un mensaje… claro sobre ti… Creo que estoy sonando supersticioso – rió y yo también, pero no dejaría escapar lo que dijo.

-          ¿Y qué te dicen? – esperaba un juego de seducción o tal vez uno de palabras, pero su respuesta me pareció aterrizada.

-          Preocupación y agresividad – me dijo mientras se sentaba, me senté junto a él. Solo entonces noté que su amigo ya no estaba.

-          ¿Y tú amigo?

-          Tuvo que irse con algo de prisa, me iba a ir yo también pero… conseguí compañía así que… - levantó sus hombros restándole importancia. Quise volver a preguntarle por lo que había dicho sobre mis ojos, pero me avergonzó parecer demasiado interesado o tener que explicarme si es que concebía en darle la razón,definitivamente era perceptivo, pensé en cuidarme un poco de él. Pidió aperitivos para los dos - ¿Qué hace un chico de ciudad en esta parte del país?

-          Vine por algo en específico y probablemente me marche mañana por la tarde en cuanto lo termine – quise ser sincero y dejarle en claro que tal vez no nos volveríamos a ver.

-          Mm… espero no seas un traficante de drogas, me daría mala fama que me vieran contigo.

-          ¿Eso parezco? – rió avergonzado. Nos dieron nuestras botanas.

-          Francamente no tengo idea como se vea un traficante, pero dudo sean así – mordió un trozo de queso con cierta lentitud mientras me miraba.

-          ¿Así? – hice lo mismo que él.

-          De atractivos – la mano que tenía libre la escondí en mi bolsillo para apretarla de nervios. Extraño, las mujeres no me solían poner nervioso, pero él sí.  Se rió de sí mismo y continuó comiendo algo rápido para mi sorpresa, así que sin miedo comí tranquilo demostrándole que también tenía hambre. De pronto los dos estábamos callados comiendo en silencio, algo poco habitual en cualquier cita que hubiera tenido con alguna chica. Bebí mi cerveza.

-          Me gusta tu cabello.

-          Gracias… suelen confundirme con una chica porque está demasiado largo…

-          Está perfecto – le dije mientras me atrevía a estirar una mano para acariciarlo, era suave y el olor a shampoo desprendió en cuanto lo moví. De pronto bajaron las luces del lugar y le subieron volumen a la música haciendo de la conversación algo imposible, entendí a lo que se había referido con que en media hora el ambiente cambiaba, pero mi preocupación entonces fue otra.

-          ¿Pasa algo? – preguntó cerca de mi oído por mi reacción.

-          No soy muy bueno bailando – admití con una sonrisa realmente avergonzada, él soltó una risa nerviosa.

-          Yo tampoco, pero qué más da– pareció sincero.

-          Tienes razón, nadie aquí podrá burlarse de mí luego… O eso espero… - entrecerré los ojos para mirarlo con sospechas.

-          No me burlaré, cuando me veas bailar entenderás por qué no tendría derecho– me reí sin creerle que alguien bailara peor que yo. La gente comenzó a apilarse en la pista de baile, nosotros terminamos nuestra cerveza sin poder hablar por el ruido, lo miré a detalle nuevamente aprovechando la cercanía: sus facciones eran sumamente finas, su nariz, sus labios, sus pómulos, su mentón, eran como dibujos. Y más llamativo aún eran sus ojos grandes. Él pareció hacer lo mismo en unos segundos pero escapaba de mi mirada.

Dejamos las latas vacías sobre la barra y se puso de pie, tomó mi mano en un acto que me dejo impresionado, sin embargo no lo sentí extraño ni antinatural, se sentía como tomar la mano de cualquier chica que me guiaba hasta la pista de baile. Claro que jamás alguna me había convencido de humillarme a tal grado.

En cuanto me soltó nos acomodamos en un pequeño espacio entre la gente, nos miramos y nos reímos. Realmente ninguno parecía seguro de cómo comenzar, entonces me acerqué a él para preguntarle algo cerca del oído, lo primero que se me ocurrió solo para dejar de estar de pie con una cara boba.

-          No te he preguntado tú nombre… - casi le grité, me sonrió y se acercó a mí oído para responder, pero fue astuto en enredar sus dedos en mi cabello y sostener mi nuca mientras me respondía, imponiendo una cercanía que me aturdió. 

-          Hideto. ¿Y el tuyo?

-          Yasunori – respondí antes de que se apartara. En esos leves segundos en que estuvimos muy cerca pude sentir su aliento a licor rozar mis labios y estuve seguro de que también sintió el mío. Cada vez me era más obvio lo que tanto quería saber; deseaba besarlo.



Comenzamos a movernos de manera extraña mientras el ritmo nos guiaba de derecha a izquierda. Realmente bailaba tan mal como yo, me reía de él y de mí mismo por lo que realmente comencé a reír más de lo usual. A nuestro alrededor habían varias parejas de hombres por lo que no llamamos la atención. De pronto estiró sus manos hacía mí para que lo siguiera en su intento de bailar y así lo hice. Me desconocí a mí mismo mientras intentaba seguirlo, era completamente inusual para mí hacer ese tipo de cosas, más aún disfrutar la vergüenza. 

Llevábamos al rededor de una hora entre movimientos ridículos, miradas divertidas y acercamientos provocativos, él se acercaba lo suficiente como para hipnotizarme y lograr que mis ojos se posaran en sus labios, jugaba un poco y se alejaba. Caí en su juego de provocaciones con total conciencia y me vi sumamente excitado y deseoso de besarlo a tal grado que cuando se acercó una de las tantas veces, tomé su rostro y lo besé, sin permitir que pudiera separarse de mí. Aunque la respuesta fue tal, que no sé que hizo ni el más mínimo intento por ello.

Una vez nuestros labios se tocaron no volvieron a pasar más de cinco segundos alejados del otro, como si estuviéramos solos lo toqué con cierta prisa que fue reciproca. Sus manos sujetaron mi rostro a centímetros de él de modo que a ratos me dejaba sin aire, haciéndome sentir más acalorado de lo que fue la mejor de mis expectativas. Nuestras manos se enredaron en un pequeño juego de toque y defensa; él quería tocar más de mí, yo quería tocar más de él, pero no era el lugar adecuado para eso.


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Me guió por un pasillo largo hasta llegar a lo que parecía una bodega, probablemente nadie la había limpiado en meses, el polvo era visible en el aire, pero aquello no me detendría. El chico me miró algo inseguro del lugar.

-           Lucía mejor en mis recuerdos – susurró. Me reí realmente divertido aunque un poco nervioso, de todas maneras al no conocerme sabría que no lo notaría del todo. Me quité la chaqueta de cuero y la arrojé al suelo, y él sorprendido sonrió antes de recostarse sobre ella. Lo que probablemente más me gustaba a medida que avanzaban los minutos era que no necesitaba ser explicito con nada, él lo entendía todo. Me recosté sobre él sintiendo un poco de frío pero en cuanto se inclinó para besarme con la misma intensidad que antes, lo olvidé. Tenía un olor tan agradable que me cegaba. Rodeé con mis dedos su cintura y lo mantuve frotando nuestras caderas a través de la ropa: era agradable el roce, su garganta vibraba de una manera provocativa. A regañadientes me alejé de sus labios cuando los segundos transcurrieron y no logró a pesar de sus esfuerzos desabrochar el cinturón de mi pantalón, por lo que debí ayudarlo, y para evitar temores, nerviosismo y enredos de ropa, me quité todo de un solo tirón, dejé la ropa cerca de mi campo de visión por si necesitábamos escondernos o tal vez arrancar de allí en algún momento. El chico parecía inquieto, ansioso, sus manos como decidiendo elegir qué tocar primero, finalmente se decidió por agacharse y llevarse mi erección a la boca sin previo aviso.

-           Aah… - coloqué mi mano sobre su cabello y la presioné con fuerza pero no lo jalé. Para mis adentros debí obligarme a controlarme, estaba perdido en mi propia excitación. Era atractivo de una manera femenina sin ser abusiva, sus gestos eran traviesos con un tono inocente, incluso si lo hubiera conocido antes, tal vez me hubiera atrevido a hacer algo con él – Aaaah… - rozó la lengua con agilidad por la punta de mi entrepierna, un escalofrío me recorrió. A ratos él miraba la puerta, me agaché para besarlo cuando se alejó de mi erección pero noté cierta prisa con la que se quitó la parte inferior de la ropa. Permaneciendo con su camisa, se volteó y se sentó sobre mí, no pude verle demasiado de su cuerpo desnudo, pero no perdí tiempo jalando su camisa y cuando la piel de su espalda fue expuesta tan cerca de mis labios, besé con necesidad su cuello y lo mordí mientras mis manos le recorrían la cintura. Si no quería quitarse toda la ropa, no se lo permití. Arañé el paso hasta sus abdominales y bajé de inmediato hasta tomar su erección entre mis manos.

- Hum… - comenzó a moverse sobre mí. Se frotó a tal modo que comencé a temblar mientras lo estimulaba y siendo ansioso, me susurró entre un gemido – Mételo.

Agradecí que me diera la espalda, que estuviera oscuro y que no me conociera lo suficiente, porque no estuve seguro de cómo proceder. Había leído que era necesario dilatar, estimular, humedecer, pero al ansioso chico que estaba sobre mí pareció no importarle cuando él mismo ajustó mi erección en su entrada.

-          ¿Estás seguro de que esto quieres? – preguntó al notar mi falta de acción.

-          Sí – dije de inmediato – Lo siento, estaba pensando en sí era necesario usar protección – mentí. Realmente no había pensado en ello hasta el segundo en que mi boca lo dijo.

-          Oh… hazlo… sí, hazlo – repitió como si hablara más para sí mismo – Con el calor del momento, realmente no pensé en eso. Perdona– me reí despacio, no tenía derecho a burlarme de él si yo tampoco estaba pensando con claridad. Rebusqué en mi chaqueta y quité un condón del bolsillo, lo puse y gracias al lubricante que traía, una vez Hideto se sentó sobre mí, mi erección se deslizó con facilidad en él. 

     Apreté sus caderas ensimismado por la sensación. Por un segundo fui consciente de la fuerza en ello y quise disculparme, recorriendo un camino de besos por sus hombros, entonces él comenzó a moverse con la prisa de alguien que teme ser descubierto en cualquier minuto y que no está dispuesto a detenerse antes del orgasmo. Se movió de tal manera que me escuché a mí mismo balbucear y gemir, algo inconcebible y bochornoso con alguna mujer. El gemía fuerte a ratos, murmuraba que me apresurara a pesar de que era él quien llevaba el ritmo y el control de la situación, o ese fue el caso, hasta que su cansancio fue notorio.

Me levanté y sin que tuviésemos la necesidad de aclarar nada, se apoyó en sus rodillas y sus manos dejándome el poder de moverme a mí antojo. Esta vez pude escucharlo gemir más, suplicar y ver sus temblores. Tenía un cuerpo bonito, me tomé el tiempo de recorrerlo con las manos una y otra vez mientras él estaba debajo de mí.

El silencio retumbó en el lugar cuando se hizo una pausa entre una canción y otra, solo entonces escuché del sonido de nuestros cuerpos al chocar, los gemidos y las respiraciones de ambos. Jamás actué tan escandaloso en el sexo, y aunque quería abofetearme a mí mismo porque debía guardar silencio en ese minuto, no fui capaz, mi cuerpo no respondía, simplemente era un reflejo de los actos, sugerencias y súplicas del bonito chico que se movía entorno a mí.

Cuando otra canción comenzó, lo sostuve del cabello y me moví con rapidez. Llevábamos un rato en aquella tarea, el sudor ya era evidente en ambos y los temblores de sus piernas me habían provocado al punto de que quería verlo terminar mirándome a los ojos. Lo giré dejando su espalda recostada sobre mi chaqueta, y esta vez me incliné sobre él, sus piernas me aprisionaron y volví a moverme. Sus brazos en mi cuello me empujaron hacía él hasta que mi rostro se hundió en su clavícula izquierda y pude escuchar sus palabras sucias cerca de mi oído. Solo levanté la mirada cuando los temblores se hicieron presentes en todo su cuerpo y él líquido que salió de su erección mojó mi abdomen y él suyo, su boca entreabierta fue inmediatamente atrapada por la mía mientras me moví a gusto, terminando dentro de él con una fuerte estocada que me hizo sentir la cabeza bombear. Permanecimos quietos, me dejó recostarme sobre él mientras nuestras respiraciones bajaban de tono.

-          Podrías… darme tu número de teléfono – sugerí algo dubitativo al mirarlo. Le limpie un poco de sudor con mi mano.

-          ¿Me quieres volver a ver? ¿No dijiste que eras de Tokio? – su tono fue juguetón, me impresionó como aún despeinado, sudado y sonrojado por lo que acababa de ocurrir aún podía verse sumamente atractivo. Definitivamente había tenido suerte al encontrarlo.

-          Soy de Tokio, pero creo que debería comenzar a viajar más seguido – él se rió al escucharme.

-          Si ese es el caso… Si puedes encontrarme por casualidad la próxima vez, te prometo algo mejor que esto- ¿Mejor? ¿Se podía algo mejor?

Suspiré un poco desilusionado. Osaka era grande y quedaba bastante lejos de mi ciudad, si me aventuraba a buscarlo algún día probablemente no lo encontraría, aún sabiendo que él solía recurrir ese lugar. Creí que su promesa era un intento por despedirse de mí para siempre. Antes de permitir que la herida se estableciera, me recordé que yo ni planeaba volver ni debía ligarme con alguien a quien no conocía en absoluto. Probablemente si buscaba más de él, terminaría por encontrar algo que no me gustaría, sería mejor dejar la ilusión de un encuentro fugaz y apasionado como lo que fue y nada más.

-          Mañana tengo que levantarme temprano así que debería irme- planeé a modo de fuga.

-          Ah, cierto. ¿Mañana también estarás en la ciudad? 

-          Ocupado – respondí esta vez. Me notó refunfuñado, por lo que rió un poco antes de darme un beso rápido y se removió para ponerse de pie.

-          Bueno… bueno… - se vistió con agilidad y sacó la llave del casillero de su bolsillo. Comenzó a jugar con ella entre sus dedos mientras me miraba vestirme – Ya me voy, espero que tu primera vez haya sido…  irrepetible.

Lo miré boquiabierto.

-          ¿Cómo…? – se rió y apretó los labios, se acercó nuevamente y me sonrió desde cerca, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Volví a sentir como si viera su rostro por primera vez, me cegó.

-          Estabas un poco nervioso, y asumo que alguien como tú no es virgen… de mujeres al menos– fruncí el ceño.

-          ¿No me estás intentando decir que estuvo…? – no creí posible ni amigable con mi dignidad que yo pudiera calificar tan bien un encuentro y la contraparte no.

-          No, no… solo… espero que hayan más ocasiones, así que encuéntrame– dio un salto para besarme la mejilla y cuando se separó, yo me incliné para besar la suya a modo de despedida.

-          Podrías darme una pista si de verdad quieres que te encuentre.

-          No, no, no – negó encaprichado – Tiene que ser casualidad, el destino, el destino – movió la mano mientras se alejó por el mismo pasillo por donde llegamos.

-          Oye,  Hideto... – se volteó deteniéndose a cierta distancia de mí – No se puede confiar en la gente supersticiosa – le dije antes de que volviera a caminar riéndose un poco mientras salía.

Suspiré cuando me quedé solo en el oscuro y sucio lugar, aún el corazón me latía con fuerza y estaba un poco aturdido por la experiencia, pero ya tenía todas las respuestas que buscaba.



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Por la mañana el chico de la banda me fue a buscar hasta la hostal. Hablaba bastante, parecía entusiasmado, o probablemente notó que yo no y quería llevar la conversación por los dos. Nos reunimos con el guitarrista en un restaurante y al parecer el vocalista estaba atrasado. por lo que ordenamos sin él.

Les fui sincero y les dije que realmente no buscaba mantenerme de forma permanente en una banda, y estaba en medio de mi discurso cuando de pronto el vocalista hizo su aparición y mi discurso quedó a medias.

Llevaba un jean negro y un suéter rojo que le quedaba bastante grande, su cabello largo caía a cada lado de su rostro y sus grandes ojos estaban concentrados en mí. Sí en algún momento creí que era una broma noté que no, porque su impresión era un reflejo de la mía.

-          ¿Hideto? – mi propia voz sonó extraña a mis oídos.

-          Sakura – contestó aún sin terminar de creerlo.

-          ¿Se conocen? – preguntó el bajista. Tragué saliva sin estar seguro de qué responder, lo miré esperando que él lo hiciera pero sus ojos parecían tan alarmados como los míos. Como mentir ya no encajaba, solo quedaba decir la verdad a medias.

-          Nos conocimos anoche. Salí a recorrer la ciudad y nos encontramos.

-          Exactamente – confirmó él, y con familiaridad se sentó junto a mí y me dijo sin pudor en frente a los demás – Ya que ésta es una casualidad, no me quedará de otra que cumplir.

-          De hecho, tendrás que hacerlo – acepté con una sonrisa al entender sus palabras. Las otras dos personas en la mesa se miraron confundidas, pero toda preocupación fue desechada cuando llegó nuestro pedido.

-          Tendré que hacerlo… - susurró más bajo, con una sonrisa coqueta en los labios que fue solo para mí.