Capituli cabello con cierta concentración en su expresión, yo suspiré, pensé en disculparme con la vergüenzCapitulo 12: Bajo el ag
~ Sakura
Cuando abrí los ojos de inmediato la punzada de
resaca se hizo presente.
- Mierda –escuché mi voz ronca. Me enderecé en la
cama dándome cuenta que estaba apoyado en el pecho de alguien, subí la mirada,
y me encontré con el rosto dormido de Hide y su cabello suelto esparcido por
toda la almohada.
“¿Porque lo estaba abrazando? Tal vez… me picaba su
cabello en la cara… ¿Por qué estaba durmiendo conmigo mejor dicho?”. Primera noche
y habíamos dormido juntos, ¿por qué?
¿Qué me esperaría para después? Mi imaginación comenzó a volar. Para mi enorme
sorpresa me encontré anhelando escenarios imposibles.
“Basta Yasunori, contrólate. Hide es un chico y a
ti no te gustan los chicos…o no te gustaban los chicos”.
- Mierda Hide… - susurré solo para mí - ¿Qué me has
hecho?
Se removió un poco cuando yo me levanté pero salí
con lentitud logrando no despertarlo.
Me miré las piernas desnudas; “¿Dormí con él solo
en ropa interior?”, una idea descabellada se me formó en la cabeza…
“¿Y… si nosotros… habíamos?”
- Mierda, mierda, mierda – dije de forma silenciosa.
Me acerqué a él en la cama y lo destapé con cuidado, quería asegurarme de que
llevaba ropa interior también, por suerte así fue. Suspiré. Debía controlar
cuanto bebiera estando cerca de él, me conocía lo suficiente como para saber
que podría despertar sin problemas con nada; ni ropas ni recuerdos. Lo miré
dormir unos segundos… ¿Por qué tenía que ser tan femenino? Ni siquiera mi novia
era tan femenina como él.
Tomé un pantalón de la maleta y salí con suavidad
de la habitación, al cerrar la puerta con cuidado me topé con Samurai
observándome fijamente.
- ¿Qué miras? – le dije despacio, sus ojos tenían
sospecha – No hicimos nada – le expliqué – creo…
- Miau – respondió.
Bufé riéndome de mí mismo.
- ¿Sabes Samurái? No sé que es más absurdo, que yo te
dé explicaciones o que crea que me estas contestando.
- Miau – repitió en un tono ronco estirándose, luego se
fue hacía el baño, donde también estaba su baño.
Bajé hasta la cocina para calentar un poco de leche,
al poco rato llegó Samurái a acompañarme maullando sonoramente.
- Tranquilo amigo, no puedo darte leche, te dará
diarrea. No importa qué aparezca en televisión, no es sano darle leche a los
gatos. No seas influenciable.
Busqué la latita de alimento y le dejé un poco. Encontré
la libreta en la sala y la puse en la bandeja, subí los tazones con leche,
avena y un par de frutas picadas. Volví al piso de arriba dejando la bandeja en
medio del pasillo para correr al baño a orinar. Me vi en el espejo y me lavé el
rostro varias veces con agua fría para intentar quitarme las ojeras de la
resaca. También me lavé los dientes, no quería que Hide conociera mi parte más
sucia.
En cuanto entré en la habitación sin mayores
preocupaciones por no hacer ruido, Hide abrió los ojos, se removió, luego se
los frotó con los puños. Otro gesto que tenía en común con un niño.
- Mmm… - se quejó mientras se volteaba volviendo a
dormir.
- Oye… despierta, traje algo parecido a un desayuno
pero es que tengo tanta hambre que no me quise esmerar más.
- Mm… - se tapó el rostro con un brazo.
- Despierta… - de pronto se destapó rápidamente y me
miró confundido; miró a su alrededor, luego volvió a mirarme a mí, pero en
algún momento pareció entenderlo todo y se tranquilizó visiblemente. - Parece
que te acuerdas mejor que yo de lo que pasó anoche. – su rostro se volvió rojo.
– Ya estas con la pena… mejor come –
acomodé la bandeja sobre sus piernas sentándome en frente de él. Ambos comimos
en silencio unos minutos, noté lo roja que estaban sus manos donde las rascaba…
su piel parecía muy sensible. - Tú piel es muy blanca… me recuerdas a alguien…
- me miró con curiosidad – A Michael Jackson – le salió una carcajada cuando
comprendió mi broma. – Me gusta escucharte reír… - susurré más para mí que para
él.
Por primera vez me sentí cansado de controlar mis
impulsos, sentía que mi cabeza me pedía gritar cosas que no me atrevía a
realizar y una de ellas era acercarme cada vez más a él, al menos hasta saciar
un poco mis ansias de conocerlo por completo.
Levanté la mirada encontrándome con sus ojos
pegados en los míos, su forma de mirarme me pareció profunda y curiosa, ¿qué
buscaba en mí? Los segundos pasaron y aunque no quería romper el contacto me
incomodé.
- Come Hide… - él sonrió llevándose un trozo de
manzana a la boca. De pronto tomó la libreta para escribir y me la mostró.
“¿Dormiste bien?”
- Aah… Sí. Esto… ¿por qué dormimos juntos? – lo miré
confundido y preocupado, él no levantó la mirada ni antes ni después de
escribir. Me puse nervioso.
“Tú me rogaste que durmiera contigo”
- ¿Qué? ¿De verdad? …soy un desvergonzado – dije con
sorpresa intentando ocultar mi pena. – Lo siento - escribió:
“Dormí bien…”
- Oh, en ese caso no lo siento tanto… - sonrió
tímido. Unas ganas enormes me nacieron de acariciar su mejilla colorada, lo
miré con aprecio y aunque era consciente de la atención que le daban mis ojos,
no pude desviar la mirada. Él continuó escondiendo la suya cohibido hasta la
medula. Lentamente tomó la avena comiéndola de forma incomoda alternando con un
par de frutas, yo no podía dejar de mirarlo y sabía que lo notaba, pero no
parecía tener interés en saber por qué.
Ni yo sabía el por qué. Solo podía concentrarme en
las inexplicables ganas que tenía de tocar su rostro, sobre todo sus labios… me
parecía tan atractivo con aquella cara de sueño que la atracción me puso
inquieto.
- Ah, iré a tomar un baño, recuerda que tenemos que
ir de compras así que… vístete luego de comer, ¿sí? – tartamudeé nervioso,
asintió mirándome curioso. Sentí sus ojos cuando corrí fuera de la habitación
algo agitado.
Caminé hasta el baño abriendo el agua fría de la
ducha, me metí antes de terminar de quitarme toda la ropa.
- ¡Mierda! - chillé cuando el agua fría me tocó la
espalda, pero eso me tranquilizaría. Jamás me había sentido atraído por un
hombre, me costaba reconocer que mi atracción se me fuera de las manos hasta el
punto de inquietarme el cuerpo. – Já… –
me reí por no atreverme a admitir siquiera para mí mismo que me estaba
excitando con solo verlo.
Permanecí bajo del agua fría varios minutos hasta
que comencé a congelarme, solo entonces cambié la temperatura y aunque había
estado seguro de que había bajado mi inquietud, solo bastaron dos minutos de
agua caliente para que un recuerdo de los labios de Hide me removieran por
completo.
“Tendré que hacer algo al respecto”, pensé
seriamente. Cogí un poco de shampoo lavándome el cabello, luego dejé que la
espuma me recorriera el cuerpo, cerré los ojos y tomé mi erección. No controlé
mis pensamientos; imaginé que el lugar de mi mano lo ocupaba la suya. Imaginé sus ojos inocentones mirando
directamente en los míos mientras lo hacía, observaba sus labios en mi mente
sintiendo que eso me excitaba más. Intenté controlar mi respiración para no
delatarme, estaba seguro de que la casa estaba en silencio como siempre y el
agua de la ducha sería el único sonido adornando el lugar, no quería sumarle
mis quejidos, eso espantaría a Hide. Me mordí la lengua y avancé en mi acto
silencioso apresurando el ritmo hasta que el calor comenzó a subir hasta mi
rostro. Me apoyé en un costado victima de la excitación del momento, mi
respiración se aceleró y abrí la boca dejando escapar los suspiros a medida que
sentía el orgasmo acercarse. De pronto la puerta sonó, dí un salto enorme dejando
todo y moví la cortina un poco para ver qué pasaba. Allí vi a Hide, parado en
la puerta, con aquellos ojos que hace tan solo unos minutos atrás me había
imaginado. Me miraba curioso, estuve seguro de que mi cara estaba demasiado
ruborizada para ser solo el calor de la ducha. Me avergoncé.
- Eh… ¿Qué pasa? – pregunté. Él levantó las toallas
que llevaba en las manos sonriéndome un poco, las dejó sobre un mueble y caminó
hacia atrás para salir sin voltearse, apretaba sus labios, no estaba seguro de
si evitaba reír o solo no sabía qué cara colocar, pero sentía que si había
comprendido la situación. Salió y cerró la puerta. – Mierda – dije cuando
estuve solo, ya sin ganas de continuar.
Me sequé aún con las manos temblorosas por lo que
había hecho, me sentía algo aturdido por no haber podido terminar el acto.
Suspiré, ¿con que cara miraría a Hide?
Cerré los ojos simulando un llanto para mí mismo,
¿por qué me sentía así? Hace unas semanas atrás todo era perfecto, tranquilo,
trasparente, jamás me cohibía con nada, jamás me inquietaba sintiendo que lo
que hacía estaba mal… Hace unas semanas, cuando no conocía Hide, si un amigo me
hubieran encontrado en esa situación solo hubiera sido divertido pero ahora me
sentía avergonzado, y me sorprendía a mi mismo notar lo mucho que me molestaba
pensar en Hide como un amigo. Jamás me había excitado un amigo.
Me miré las manos pensando unos minutos más… moría
por recordar que había pasado la noche anterior aunque fuera como fue que
llegué a dormir sobre su pecho. Me producía un revoltijo emocional pensar en
eso… lo había tocado de una forma que me gustaba y ni siquiera lo recordaba. Esperaba
al menos haberlo disfrutado.
Salí del baño y caminé por el pasillo hasta mi
puerta, desde ahí pude ver a Hide cepillando su largo cabello tratando de
rizarlo un poco con un palillo y una secadora.
Mi hermana hacía aquello, me hizo sonreír notar lo
femenino que era… Tal vez aquella era la razón por la que me atraía, no estaba
seguro pero el hecho era que realmente me atraía mucho.
Entré en la habitación y me vestí con la mente
nublada. Necesitaba despejarme, necesitaba de mi batería o tal vez una escapada
a Tokio con mis amigos… y tan pocos días llevaba allí.
Tocaron la puerta dos veces.
- Pasa. – dije fuerte, abrió la puerta con Samurái en
los brazos y la libreta que decía “Listo” – Yo ya casi… solo me secaré un poco
el cabello – me senté en la cama quitando la toalla mojada de mi cabeza y
busqué una seca, pero entonces Hide la tomó. Dejando a Samurái en el suelo se
sentó junto a mí arrodillándose en la cama para quedar por sobre mi altura,
entonces comenzó a secar mi cabello con la toalla. Me quedé quieto y tuve una
pequeña sensación de nostalgia. – Gracias… - le susurré bajito, aún algo
avergonzado de solo pensar que sabía lo que había hecho en el baño. – Hide… -
susurré sin saber si podría escuchar hablando tan bajo.
- ¿Mm? – murmuró. Volteé a mirarlo, me gustaba oír
los pequeños matices de voz que a veces se le escapaban. Continuó secando mi
cabello con cierta concentración en su expresión, yo suspiré, pensé en
disculparme con la vergüenza comiéndome el rostro.
- Esto… sobre lo que pasó en el baño… - volteé el
rostro para no mirarlo – Lo siento… - él se quedo quieto, bajó la toalla y
luego vi en frente de mi cara la libreta con algo escrito.
“¿De qué hablas?”
Lo miré, ¿de verdad no sabía?
- … de… - busqué en sus ojos grandes si realmente no
entendía, pero solo parecía curioso y algo confundido – De las toallas… que… no
llevé y te molestaste en llevarlas… - tartamudeé, ¿es que de verdad no se había
dado cuenta?
Escribió:
“No hay problema”
Sonreí aliviado y luego lo miré, sus ojos grandes
continuaban curiosos.
Escribió:
“¿Qué pasa?”
- Nada… ya vámonos. – me puse de pie mientras él aun
me miraba sin entender – A comprar los muebles, vamos, te compraré un helado de
camino. –sonrió saltando de la cama como un niño. Me gustaba verlo actuar de
aquella forma. Me gustaba, así de
simple.